DEPORTES › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
¿Cuántos partidos jugó el seleccionado de Diego Maradona? Uno. ¿Cuántos entrenamientos hizo? Tres. ¿Cuántas polémicas levantó ya? A juzgar por lo sucedido, parece que unas cuantas. Parece, porque el director general de selecciones nacionales, Carlos Salvador Bilardo, convocó a una reunión secreta en el predio de la AFA, en Ezeiza –que terminó durando tres horas– para limar asperezas. En palabras del inefable doctor, “cada uno dijo lo que sentía, y ahí arreglamos todo, así que arrancamos de cero kilómetro”. Por eso la cuestión no es marginal: ¿qué había que arreglar?
Este nuevo estilo de conducción colegiado que venía a reemplazar los males del gerenciamiento personalista (y entalcado) de Alfio Basile aparentemente representaba el aire fresco, la recuperación de una mística, un proyecto revitalizado. Pero parece que nació atravesado, según propias palabras del doctor: “La Navidad la pasé muy mal porque no lograba organizar esta reunión. Pero ayer se hizo y yo creo que ahí se aclaró todo, todo. Cada uno dijo lo que tenía que decir y nadie se guardó nada. Ya está, punto y aparte”. Pero, ¿qué era lo que había que arreglar?
En la reunión que tanto desveló al doctor, participaron Diego Maradona, Sergio Batista, Jose Luis Brown, Héctor Enrique, Julio Olarticoechea, Oscar Garré y hasta Oscar Ruggeri, del que todavía no se sabe su posición geográfica exacta (¿adentro o afuera del cuerpo técnico?). Con claridad cercana a la transparencia, Bilardo aclaró lo que pasa con el ex zaguero: “A Ruggeri le faltan algunas cosas, unos problemas que tiene que solucionar, que él dice que no son problemas, y en parte tiene razón. Pero para otros sí son un problema. Y si él soluciona ese problema, ya está en el grupo. Pero lo tiene que solucionar”. ¡Ah! Entonces, ¿lo que había que arreglar es lo que tiene que arreglar Ruggeri?. ¿Ah, no? ¿Es otra cosa?
“Se habló de todo, cara a cara, se acabó todo y chau”, insistió el doctor, mortificado por “ver a tipos que son conocidos, enojados entre ellos. Cada uno dijo lo que sentía, de frente. Brown conmigo, yo con Checho, Checho con Diego, Diego con Ruggeri, Ruggeri con Checho o con el Vasco o con Garré. Hablamos todos”. Sí, claro, pero ¿qué había que arreglar en una Selección con –se repite– un solo partido y tres entrenamientos en Glasgow?
Con proverbial elocuencia, el doctor siguió explicando: “No quedaron dudas ni resquemores. Al final preguntamos, ¿tienen algo más que agregar?, nadie dijo nada y, entonces, punto final. Cada uno dijo lo que quería y lo que sentía. Era fundamental hablarse y contarse el porqué se decían algunas cosas de los demás. Y ahí se contó el porqué, y chau, ya está, otra vez son amigos”. ¡Ah! ¿Con que era eso? ¿El cotilleo, el chusmerío, el cotorreo, el teléfono descompuesto? ¿Eso era lo que había que arreglar?
“Cada uno dijo lo que sentía del otro y ahí se acabaron todos los problemas y ya está la Selección del ’86 otra vez unida”. ¡Ah! ¿De eso se trataba? ¿De unir otra vez a aquel equipo de 1986? ¿No era esta Selección sino la de 1986 la que preocupaba? Ojalá que al fútbol argentino eso le resulte de profunda utilidad. Que se preparen los coreanos, los búlgaros, los italianos, uruguayos, ingleses, belgas, inclusive los alemanes... ¿Eh? ¿Que el Mundial no es en México? ¡Ah! ¿Y eso no habría que arreglarlo ya, antes de que Sudáfrica tenga todo dispuesto?
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