DEPORTES › LA TRAMA SECRETA DE LA DISPUTA ENTRE LAS FACCIONES DE LA BARRA BRAVA DE BOCA
La interna dirimida a tiros el domingo en el Parque Lezama es la punta del iceberg de un paquete que involucra el dinero, los pasajes y las entradas para poder viajar a Sudáfrica 2010 a ver a la Selección a la que criticaron en la Bombonera.
› Por Gustavo Veiga
La violencia sin techo de la barra brava de Boca tiene una pátina de hipocresía que a esta altura es imposible de disimular. Los cantitos con que se pronunció a favor de Riquelme en su conflicto con Maradona incluyeron uno que ya se transformó en clásico: “La Selección, la Selección, se va a la puta que lo parió”. En la guerra en curso entre las dos facciones que lideran Mauro Martín y el uruguayo Richard Laluz Fernández, la Selección y el Mundial de Sudáfrica 2010 son un botín que está muy lejos del espíritu de aquella estrofa. Al contrario, hoy resultan claves para entender por qué el ataque a tiros del domingo es la punta de un iceberg donde el dinero, las entradas, los pasajes y todo lo que representa un mundial serían el premio mayor para el grupo que consiga imponerse en la interna de la Doce. Faltan poco menos de quince meses para el puntapié inicial en Johannesburgo.
Mientras jugaban Boca y Argentinos, Román se transformaba en Dios supremo y Diego quedaba reducido a una caricatura de ídolo. La hinchada, la inmensa mayoría que no mercantiliza su aliento, armaba corrillos para hablar de los “mercenarios” de la barra o proponer que los dos sectores enfrentados “se mataran” de una buena vez en la Bombonerita, el estadio cubierto del básquetbol. Todavía no se había disipado el olor a pólvora desparramado por las inmediaciones del Parque Lezama y una de las hipótesis –entre otras– que comenzaba a rodar con fuerza era la del Mundial 2010. Pura lógica. Pura lógica económico-financiera.
Cebados como están por una caja (no hay otra razón que la supere) donde el paquete de Sudáfrica 2010 es un aporte sustantivo, y con dos viejos conocidos, Maradona y Bilardo en la conducción, los grupos que se enfrentan en la Doce, lejos de moderar sus pretensiones, decidieron jugar a fondo para saber quién toma el control. La Selección disputa las Eliminatorias, pero las barras también tienen su propio torneo con la idea de estar en el país de Nelson Mandela el 11 de junio del próximo año.
La de Independiente que lidera Pablo “Bebote” Alvarez había picado en punta cuando apretó al plantel en febrero, antes del partido contra San Martín, en Tucumán y en el predio de Villa Dominico. Les impuso a los jugadores una suerte de desafío y extorsión: “Si no se clasifican para ninguna copa, deberán pagar el equivalente a diez pasajes para el Mundial, que será en Sudáfrica”. Así consta en una denuncia judicial iniciada por la organización Salvemos al Fútbol. La Doce no tiene una política distinta ni pide limosnas. Las barras son todas iguales en eso. Siempre amenazan para conseguir más.
En mundiales anteriores, las entradas –y no tanto los pasajes– se convirtieron en una mercadería muy preciada en la reventa. En Francia 1998 y Corea-Japón 2002, hubo barrabravas que eligieron hacer caja antes que ver los partidos. A éstos los siguieron desde una pantalla gigante. Y colocaron los boletos entre hinchas incautos de otros países, dispuestos a pagarles los suficientes dólares.
La Doce ya tiene experiencia en el mercado de divisas. Se jueguen o no partidos en la Bombonera, un grupo de la barra siempre se hace presente en la entrada del Museo de la Pasión Boquense, sobre la calle Brandsen, para pedirles dinero (dólares, euros) a los turistas que lo visitan, fácilmente identificables porque llegan en combis. Estos transportes ya habían sido atacados a piedrazos el año pasado cuando peligraba el negocio del estacionamiento que regentean los pesados de la tribuna.
En las instalaciones del club, mientras tanto, ellos (por ahora, los que responden a Mauro Martín) siguen haciendo de las suyas. Después de la victoria contra Argentinos se paseaban por el amplio playón de estacionamiento “como si fuera la calle Florida”, le dijo un socio a Página/12 que ve repetir esa escena cada domingo. También utilizan un quincho para hacer asados, una cancha de césped sintético para jugar picados y se refrescaban en la pileta vestidos con la ropa del fulbito, hasta que un grupo de socios hizo oír sus quejas.
Puertas afuera, se la dan de guapos a los balazos o con los objetos contundentes que tengan a mano. Es demasiado el negocio que se disputan las dos facciones. Y no les importa el escenario elegido para sus peleas, como ya lo demostraron. En las calles de Buenos Aires o de Johannesburgo, lo mismo da. Ellos quieren llegar al Mundial y gozar de los beneficios que eso conlleva. Con un ingrediente extra para la Doce. En Alemania 2006 se apoderaron del protagonismo las barras de River e Independiente. En Sudáfrica 2010, la de Boca quiere recuperar ese lugar y el tiempo perdido.
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