Jue 22.10.2009

DEPORTES  › OPINIóN

Maradona los tiene bien adentro

› Por Pablo Vignone

Groserías al margen, ¿cuál es el pecado de Diego Maradona? ¿No saber cómo transmitir sus conocimientos futbolísticos al grupo de jugadores que convoca para integrar la Selección Argentina? ¿Haber sido retratado con semejante compañía el día en que la AFA cedió los derechos de televisación del fútbol argentino al Estado? ¿O tal vez ambos?

Groserías ya no más al margen –y Página/12 publicó un buen número de columnas al respecto, desde el día del episodio e inclusive en esta misma edición, sin que hubiera unanimidad ni tendencia obvia–, la tilinguería corporativa lo crucificó como no ha sido capaz de hacerlo con otros auténticos criminales. (“Pudo haberse equivocado pero no mató a nadie”, lo defendió el vocero de River Matías Almeyda, un par de días atrás). Sin ir más lejos, el fin de semana anduvo por los canales de cable Domingo Felipe Cavallo analizando el estado actual de la economía argentina (¡tan luego él!) sin recibir reprobación o crítica, no ya denostación o condena. Por supuesto, Cavallo estudió en Harvard y Maradona, en los potreros de Fiorito.

Vergonzosa como fue su reacción, la conducta de Maradona no alcanzó para incendiar de ira al colectivo. Quizás al entrenador de la Selección lo define desde siempre la silueta de sus enemigos, pero estos últimos que se ha echado aumentan el grado de polarización. Eso, para el consumo interno. En el exterior las reacciones también se bifurcan. Me cuenta el doctor César Torres, columnista de estas páginas deportivas, que el fin de semana pescó una conversación en una mesa próxima en un restaurante de Nueva York, entre un francés y un eslavo, de la que Maradona era sujeto: “Los animados tertulianos –me refiere– justificaban a Diego”.

Si el ejemplo es banal, cabe entonces sacar a colación los dichos de Michel Platini, el presidente de la Unión Europea de Fútbol, el único futbolista de la historia que llegó a un cargo directivo tan importante en el mundo del deporte. Dijo el francés: “Es muy buen chico, pero es también el hombre de los extremos. Puede ser fantástico para lo bueno y también para lo malo. Hay cosas que no son buenas decir cuando uno es seleccionador, pero como lo conozco bien sé que está viviendo momentos difíciles”.

Difíciles, sí: desde que asumió su cargo, Maradona sabe que pueden voltearlo. Sabe perfectamente cómo se urden esas maniobras. Se defendió como una fiera en los días más calientes del cierre de las Eliminatorias y la pelea para sostenerse en el puesto recién ha comenzado. Algunas noticias del imperio: el presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza, el empresario Daniel Vila, anunció en las pantallas de su canal, América, que pediría a la AFA, entidad que integra, el despido inmediato de Maradona. (El entrenador explicó anoche en Canal 7 su punto de vista sobre la trama). Vila prefirió ignorar el dato de que Julio Grondona jamás despidió a un entrenador de la Selección Argentina; a lo sumo, no alentó estadías. El socio de Vila, Francisco de Narváez (que ya no concurre tan a menudo a la cancha para ver a la Selección y salir en cámaras) lo apoyó tácitamente al calificar al entrenador de “vulgar y grosero”. El mismo De Narváez que el martes, en un acto político, afirmó: “La gente me agradece por haberles roto el culo a los pingüinos”.

Algunos de los que se sintieron ofendidos por la foto como símbolo de lo que implicaba, ahora fogonean como noticia candente la investigación que la FIFA abrió sobre el episodio del Centenario. Suena curioso: ¿Una investigación de un episodio donde no se tapa nada, donde el verbo está expuesto, a la luz de las cámaras, para nada ocultas? “Como presidente de FIFA, mi deber es pasar el caso al comité de disciplina”, anunció Joseph Blatter, uno de los más viejos enemigos de Maradona. Según el suizo, el comportamiento de Maradona puede dejarlo incurso en el artículo 58, inciso 1, del Código disciplinario del organismo, referido a discriminación.

El resto de los enemigos de Maradona se relame: según el mismo artículo, la sanción puede alcanzar a una suspensión por cinco partidos, no redimible por multa. La interpretación es que esos encuentros deben ser oficiales, y el próximo partido de ese tenor que debe afrontar la Selección es, casualmente, el debut en el Mundial 2010. Si la trama avanza y Maradona es condenado por sus dichos, habría que encontrar un nuevo entrenador. ¿Puede fabricarse mejor maniobra que ésa para dejar al astro fuera de la Selección Argentina?

Acaso no tendrían que frotarse las manos por anticipado. Ya el fin de semana Gabriele Marcotti lanzó la sospecha en el conservador Times británico: “En realidad, vulgaridad aparte, es difícil entender qué regla del artículo 58 rompió Maradona. ‘Cualquiera que ofenda la dignidad de una persona o grupo de personas a través de palabras denigratorias, discriminatorias o acciones concernientes a la raza, color, lenguaje, religión u origen, podría ser suspendido por al menos cinco partidos’. Las palabras de Maradona fueron dirigidas al periodismo y no hacen referencia a raza, color, lenguaje, religión u origen...”. Es un punto a considerar. “Pero, diablos, cuando se trata de comentarios sacados de la manga, que nadie aconsejaría, Blatter está cortado por la misma tijera que corta a Maradona.”

Lo que no puede ignorarse, en todo caso, es que, aun vistiendo traje de antiguo contendiente de Maradona, Blatter está pisando el césped de la quinta de Grondona, su vicepresidente, su hombre de consulta, muchas veces su guía, y es arduo creer que, más allá de su encono particular, haya impulsado esta “investigación” sin al menos un llamadito a Viamonte 1366.

“No hay que darle tanta importancia a lo que anunció la FIFA”, sugirió Grondona la semana pasada. Pero se recuerda: el dirigente jamás echó a un entrenador de la Selección. Y en dos semanas debe sentarse a negociar contratos, porque salvo el del entrenador, vencen los de todos sus colaboradores.

Por eso sería conveniente que, en términos de oponentes, a los que tanto necesita como combustible anímico para alcanzar sus objetivos, Maradona echara un vistazo ceñudo no solamente hacia afuera de los límites del predio de Ezeiza. Porque, en cuestión de enemigos, parece que Diego también los tiene bien adentro.Groserías al margen, ¿cuál es el pecado de Diego Maradona? ¿No saber cómo transmitir sus conocimientos futbolísticos al grupo de jugadores que convoca para integrar la Selección Argentina? ¿Haber sido retratado con semejante compañía el día en que la AFA cedió los derechos de televisación del fútbol argentino al Estado? ¿O tal vez ambos?

Groserías ya no más al margen –y Página/12 publicó un buen número de columnas al respecto, desde el día del episodio e inclusive en esta misma edición, sin que hubiera unanimidad ni tendencia obvia–, la tilinguería corporativa lo crucificó como no ha sido capaz de hacerlo con otros auténticos criminales. (“Pudo haberse equivocado pero no mató a nadie”, lo defendió el vocero de River Matías Almeyda, un par de días atrás). Sin ir más lejos, el fin de semana anduvo por los canales de cable Domingo Felipe Cavallo analizando el estado actual de la economía argentina (¡tan luego él!) sin recibir reprobación o crítica, no ya denostación o condena. Por supuesto, Cavallo estudió en Harvard y Maradona, en los potreros de Fiorito.

Vergonzosa como fue su reacción, la conducta de Maradona no alcanzó para incendiar de ira al colectivo. Quizás al entrenador de la Selección lo define desde siempre la silueta de sus enemigos, pero estos últimos que se ha echado aumentan el grado de polarización. Eso, para el consumo interno. En el exterior las reacciones también se bifurcan. Me cuenta el doctor César Torres, columnista de estas páginas deportivas, que el fin de semana pescó una conversación en una mesa próxima en un restaurante de Nueva York, entre un francés y un eslavo, de la que Maradona era sujeto: “Los animados tertulianos –me refiere– justificaban a Diego”.

Si el ejemplo es banal, cabe entonces sacar a colación los dichos de Michel Platini, el presidente de la Unión Europea de Fútbol, el único futbolista de la historia que llegó a un cargo directivo tan importante en el mundo del deporte. Dijo el francés: “Es muy buen chico, pero es también el hombre de los extremos. Puede ser fantástico para lo bueno y también para lo malo. Hay cosas que no son buenas decir cuando uno es seleccionador, pero como lo conozco bien sé que está viviendo momentos difíciles”.

Difíciles, sí: desde que asumió su cargo, Maradona sabe que pueden voltearlo. Sabe perfectamente cómo se urden esas maniobras. Se defendió como una fiera en los días más calientes del cierre de las Eliminatorias y la pelea para sostenerse en el puesto recién ha comenzado. Algunas noticias del imperio: el presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza, el empresario Daniel Vila, anunció en las pantallas de su canal, América, que pediría a la AFA, entidad que integra, el despido inmediato de Maradona. (El entrenador explicó anoche en Canal 7 su punto de vista sobre la trama). Vila prefirió ignorar el dato de que Julio Grondona jamás despidió a un entrenador de la Selección Argentina; a lo sumo, no alentó estadías. El socio de Vila, Francisco de Narváez (que ya no concurre tan a menudo a la cancha para ver a la Selección y salir en cámaras) lo apoyó tácitamente al calificar al entrenador de “vulgar y grosero”. El mismo De Narváez que el martes, en un acto político, afirmó: “La gente me agradece por haberles roto el culo a los pingüinos”.

Algunos de los que se sintieron ofendidos por la foto como símbolo de lo que implicaba, ahora fogonean como noticia candente la investigación que la FIFA abrió sobre el episodio del Centenario. Suena curioso: ¿Una investigación de un episodio donde no se tapa nada, donde el verbo está expuesto, a la luz de las cámaras, para nada ocultas? “Como presidente de FIFA, mi deber es pasar el caso al comité de disciplina”, anunció Joseph Blatter, uno de los más viejos enemigos de Maradona. Según el suizo, el comportamiento de Maradona puede dejarlo incurso en el artículo 58, inciso 1, del Código disciplinario del organismo, referido a discriminación.

El resto de los enemigos de Maradona se relame: según el mismo artículo, la sanción puede alcanzar a una suspensión por cinco partidos, no redimible por multa. La interpretación es que esos encuentros deben ser oficiales, y el próximo partido de ese tenor que debe afrontar la Selección es, casualmente, el debut en el Mundial 2010. Si la trama avanza y Maradona es condenado por sus dichos, habría que encontrar un nuevo entrenador. ¿Puede fabricarse mejor maniobra que ésa para dejar al astro fuera de la Selección Argentina?

Acaso no tendrían que frotarse las manos por anticipado. Ya el fin de semana Gabriele Marcotti lanzó la sospecha en el conservador Times británico: “En realidad, vulgaridad aparte, es difícil entender qué regla del artículo 58 rompió Maradona. ‘Cualquiera que ofenda la dignidad de una persona o grupo de personas a través de palabras denigratorias, discriminatorias o acciones concernientes a la raza, color, lenguaje, religión u origen, podría ser suspendido por al menos cinco partidos’. Las palabras de Maradona fueron dirigidas al periodismo y no hacen referencia a raza, color, lenguaje, religión u origen...”. Es un punto a considerar. “Pero, diablos, cuando se trata de comentarios sacados de la manga, que nadie aconsejaría, Blatter está cortado por la misma tijera que corta a Maradona.”

Lo que no puede ignorarse, en todo caso, es que, aun vistiendo traje de antiguo contendiente de Maradona, Blatter está pisando el césped de la quinta de Grondona, su vicepresidente, su hombre de consulta, muchas veces su guía, y es arduo creer que, más allá de su encono particular, haya impulsado esta “investigación” sin al menos un llamadito a Viamonte 1366.

“No hay que darle tanta importancia a lo que anunció la FIFA”, sugirió Grondona la semana pasada. Pero se recuerda: el dirigente jamás echó a un entrenador de la Selección. Y en dos semanas debe sentarse a negociar contratos, porque salvo el del entrenador, vencen los de todos sus colaboradores.

Por eso sería conveniente que, en términos de oponentes, a los que tanto necesita como combustible anímico para alcanzar sus objetivos, Maradona echara un vistazo ceñudo no solamente hacia afuera de los límites del predio de Ezeiza. Porque, en cuestión de enemigos, parece que Diego también los tiene bien adentro.

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