DEPORTES › TRES DE LOS CUATRO EQUIPOS QUE LLEGARON A SEMIFINALES DEL MUNDIAL COMPARTIERON EL ESQUEMA TáCTICO
Se impuso con España, Alemania lo practicó con eficacia, los holandeses supieron usarlo cuando se dedicaron a jugar. La Argentina también pudo haberlo implementado sin necesidad de hacer demasiados cambios en el ataque.
Llegó a Sudáfrica para imponerse como el esquema que calzó a las mejores selecciones. Más allá de la jerarquía individual, tres de los cuatro equipos que llegaron a la etapa decisiva compartieron la partitura del 4-2-3-1. La misma que marcó el compás de los últimos finalistas de la Champions League, el Inter y el Bayern Munich; la que con adaptaciones interpretan el Barcelona y el Manchester United; y en breve ensayará el Real Madrid.
La premisa del 4-2-3-1 consiste en controlar la mitad de la cancha con un buen número de hombres para evitar compensar al equipo. Así las cosas, la última línea recibe el apoyo de dos complementos pocos metros adelante. Y en el ataque, como mínimo, hay cuatro jugadores con depuradas características técnicas, buen despliegue físico y mucha ambición goleadora. El 4-2-3-1 aumenta la importancia de los volantes defensivos, al punto de que resta protagonismo al enganche o los mediapuntas de un tradicional 4-4-2.
Con dos “pivotes defensivos”, de buen manejo del balón, el avance del rival muere en sus pies y nace de inmediato el contragolpe sin necesidad de cumplir el trámite burocrático de antaño de pasar la pelota primero por los pies del creativo. Mark Van Bommel y Nigel De Jong son los recuperadores en Holanda, Xabi Alonso y Sergio Busquets en España, Bastian Schweinsteiger y Sami Khedira en Alemania.
Para tener una noción exacta de la importancia de ellos, en un potente remate desde tres cuartos de campo de Schweinsteiger nació el sábado la jugada que Müller aprovechó tras el rebote del arquero uruguayo para fijar el primer gol. Y en un cabezazo de Khedira, Alemania selló el 3-2 y su tercer puesto en el Mundial.
Claro que las buenas tácticas necesitan de hombres afinados o, simplemente, del instrumento correcto. Razones que pueden explicar la mala suerte de otros recuperadores importantes. Que lo digan Daniele De Rossi y Riccardo Montolivo en Italia; Gilberto Silva y Felipe Melo en Brasil; así como Juan Sebastián Verón, hasta que Diego Maradona lo sentó en el banco, y dejó solo en la cancha a Javier Mascherano en Argentina.
A esas premisas se suman al calor del encuentro laterales rápidos y que se proyectan por sorpresa, extremos que engañan al rival moviéndose con perfiles opuestos, un “diez” omnipresente con menos camino para recorrer y muchos más resultados para ofrecer, y un centrodelantero con movilidad, gran estado físico y agilidad para desmarcarse que se posiciona de espaldas al arco y al que todos sus compañeros acompañan. Muy diferente de aquel “Llanero solitario” que transforman los esquemas defensivos diseñados para robar un puntito en cancha ajena.
El dibujo de Holanda tiene a Arjen Robben por el carril derecho, en el opuesto a Dirk Kuyt y al centro al conductor Wesley Sneijder, con Robie van Pe. Delante de Xabi Alonso y Sergio Busquets se movieron Pedro, por la derecha; Xavi, por el medio; y Andrés Iniesta, por la izquierda. Adelante, David Villa se movió como centroatacante, aunque también apareció por la izquierda cuando el nueve fue Fernando Torres. El cuarteto ofensivo básico de Alemania tiene en la derecha a Müller, por la izquierda a Lucas Podolski y en el centro a Mesut Ozil, a poca distancia de Miroslav Klose. Argentina pudo haber presentado ese mismo esquema sin la necesidad de tantos cambios en la formación que se terminó despidiendo de Sudáfrica, con Carlos Tevez, Lionel Messi, Angel Di María y Gonzalo Higuaín, que nada tienen que envidiarles a los cuartetos de los semifinalistas.
La gran diferencia es que en busca de equilibrio, Maradona optó por defender con cuatro centrales y resignó atacar con los laterales. De esa manera perdió sorpresa por las bandas. Y ante Alemania, con los zagueros reconvertidos en marcadores de punta, no pudo compensar la velocidad de los extremos del conjunto de Joachim Löw y padeció en esa zona, donde Müller y Podolski marcaron una clara diferencia sobre Gabriel Heinze y Nicolás Otamendi.
“Todos los equipos tienen un concepto defensivo sólido, están bien organizados y juegan de forma compacta”, manifestó Holger Osieck, uno de los 16 miembros del Grupo de Estudio Técnico (TSG) de la FIFA, cuyas recomendaciones sirven a la entidad para evaluar posibles cambios en el reglamento. Para Osieck, quien fuera ayudante de Franz Beckenbauer en la comisión técnica de la selección de Alemania que conquistó el Mundial de 1990, las selecciones debieron sortear, con mayor y menor éxito a través del Mundial sudafricano, el buen trabajo defensivo de sus rivales, lo que posiblemente explica el bajo número de goles en las primeras jornadas y en la de la final. Todas tuvieron dificultades para generar goles, aunque España, Holanda y Alemania, las que juegan con la partitura del 4-2-3-1, pudieron sacar rédito.
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