Así como su antecesor Joao Havelange tenía antecedentes deportivos como waterpolista de dudosa jerarquía, del actual presidente de la FIFA, Joseph Blatter, no hay pruebas suficientes respecto de su condición siquiera de mediocre futbolista. Seguramente si le tirás una pelota trata de agarrarla con la mano y se le cae.

Después de las barrabasadas referiles en los partidos entre Alemania e Inglaterra y también en el de Argentina y México, en típico y berreta mensaje de “fulbito pa’la tribuna”, Blatter se disculpó ante las federaciones inglesa y mexicana, a diferencia del mutis por el foro de la FIFA con la mano de Thierry Henry contra Irlanda que clasificó a Francia a Sudáfrica 2010.

Ahora, exculpa al árbitro inglés Howard Webb, a cargo de la final, echándoles la culpa a los jugadores por lo que fue el partido, lo que no resulta del todo inexacto, teniendo en cuenta la alevosía con que ya desde el principio encararon el partido algunos futbolistas holandeses.

De todos modos, así como recibieron disculpas ingleses y mexicanos, lo mismo nos merecemos los consumidores de fútbol de todo el mundo, de parte de la entidad que designó a este caradura para dirigir el partido más importante del mundo.