La escena se montó aprovechando una excusa casi trivial, la firma de un convenio con la Confederación Brasileña de Fútbol para abrir un nuevo quiosco para la Selección Argentina. Como local, en la sala de reuniones del tercer piso del edificio de Viamonte 1366, el dueño de casa, Julio Grondona, pretendió cerrar definitivamente el Caso Maradona, acabar con los coletazos de la polémica que sacudió sin piedad la semana y, de paso, dejar instalado a Carlos Bilardo en el papel de villano, sin darle más posibilidad de defenderse.

“Bilardo no va a hablar –anunció, ufano, rodeado de micrófonos y cronistas–. Hace media hora me llamó y me dijo que no va a dar ninguna conferencia”, dijo en relación con la anunciada voluntad del director general de Selecciones Nacionales de contestarle a Maradona la acusación de traición. “No va a hablar porque ya demasiado se ha dicho, la gente considera que la situación está aclarada. ¿Si yo le pedí que no hablara? Nooo... Me llamó él. Yo no le digo a nadie lo que tiene que hacer, cada uno es dueño de hacer lo que más le plazca. Creo que es lo más conveniente. Cuánto menos se hable del tema, menos te equivocás”, opinó.

Si la polémica sigue abierta, dependerá de Maradona, que había decidido no dar ninguna nota televisiva este fin de semana a la espera de las prometidas declaraciones de Bilardo para el lunes a la noche. Pero lo que continúa sin cerrarse es la sucesión, y Grondona amplió el espectro con sus sentencias, sin ser tajante en ninguna definición, y afirmando que la entidad no tiene ningún candidato preferencial.

“¿Por qué no?”, respondió al sugerirse la posibilidad de Carlos Bianchi, el ex entrenador que sigue arriba en las preferencias de los hinchas. “Nunca tuve problemas con él” aseguró. “Jamás dije que no iba a ser técnico mientras yo estuviese acá.” Bianchi estuvo muy cerca de ser el DT de la Selección antes de que arreglara Maradona, en noviembre de 2008. Tampoco censuró la autopostulación de Ramón Díaz. “Todos los técnicos quieren dirigir la Selección y las puertas están abiertas para todos”, contestó de manera genérica. “Nosotros seguiremos en la búsqueda del nuevo entrenador el tiempo que sea necesario para ir con tranquilidad. Equivocaciones tiene que haber habido de todas las partes para que estemos viviendo esto. Además, tenemos tiempo de continuar con el técnico interino”, señaló Grondona.

Ese es Sergio Batista, el entrenador de la Sub-20, que en privado se vanagloria de haber puesto juntos, en la conquista de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing, a Lionel Messi y Juan Román Riquelme, dos debilidades de Grondona, que no pudo disfrutarlas en Sudáfrica con Maradona como entrenador. “Puede ser”, respondió misterioso cuando se lo confrontó con la posibilidad de que Batista fuera confirmado en caso de que la Selección cumpla papeles aceptables en los próximos amistosos frente a Irlanda y al campeón del mundo, España. “No afirmo ni dejo de afirmar que Batista puede seguir.” Ese parece ser, por ahora, el proyecto para la Selección; los resultados, los de Batista o los de algunos de los técnicos en carpeta durante este Apertura 2010 que se viene, pueden ser la medida que determine la elección.

El diálogo se cortó veloz cuando una mano lo golpeó en la espalda. Era la de su hijo, Julio (h), el presidente de Arsenal. “Dale, que Ricardo (Teixeira, titular de la CBF) se quiere ir.” Grondona, seguro de que su mensaje había sido recibido, se zambulló en la oficina del Comité Ejecutivo.