Cuando el francés Gilles Simon derrotó a Andy Roddick en los octavos de final de Washington la semana pasada, el tenis estadounidense comenzó a vivir una situación inédita: desde hace 30 años, cuando se instauró la computadora para medir el ranking de la ATP, siempre hubo un tenista de aquel país entre los diez primeros de la clasificación. Pero con la caída de Roddick, aquella marca histórica se quebró.

Como Roddick no pudo defender la final de año pasado, cuando había caído con Juan Martín Del Potro, los 255 puntos que perdió determinaron que el español Fernando Verdasco y el francés Jo Wilfried Tsonga lo superaran en la clasificación. Y su retroceso a la undécima colocación del ranking determinó la mancha para el tenis estadounidense, que siempre había tenido al menos un representante entre los diez mejores.

“No es algo que deba pasar inadvertido”, remarcó el capitán estadounidense de Copa Davis, Patrick McEnroe. Es que la anécdota de la falta de un top–ten es sólo un síntoma más de la decadencia que está viviendo una de las potencias históricas del deporte. En total, Estados Unidos tiene apenas seis jugadores entre los 100 mejores –Roddick, John Isner (19º), Sam Querrey (21º), Mardy Fish (34º), Tylor Dent (81º) y Michael Russell (82º)–, mucho menos que los 13 que tiene España, entre ellos el número uno del mundo, Rafael Nadal, o los 11 con los que cuenta Francia. Hasta Argentina, en una temporada de recambio y en la que sus tres principales valores, Juan Martín Del Potro, David Nalbandian y Juan Mónaco, sufren o sufrieron lesiones importantes, supera a los norteamericanos, con nueves jugadores entre los top 100.

Otra muestra del mal momento del tenis estadounidense lo entregan los títulos de Grand Slam. Desde que Roddick se coronó en el US Open de 2003, ningún jugador de aquel país pudo celebrar un título de los cuatro grandes, lo que constituye la peor racha histórica en ese tipo de competencias.