Si Boca es una gran vidriera para los futbolistas que llevan puesta su camiseta, qué decir de sus dirigentes con afán de figuración. Ahí está Mauricio Macri para corroborarlo, cuya carrera política se puso en marcha en diciembre de 1995 cuando llegó a la presidencia del club. Al jefe de Gobierno porteño se le atribuye todavía mucha influencia: dos de sus sacristanes, Orlando Salvestrini y Daniel Angelici, no ocultan sus aspiraciones al máximo cargo. Tampoco José Beraldi y Juan Carlos Crespi, dos de los tres vicepresidentes actuales. El clima interno quedó enrarecido desde la votación que extendió el contrato de Juan Román Riquelme y Jorge Amor Ameal atraviesa el momento más conflictivo de su mandato. Las elecciones del 2011, aunque lejanas, recalentaron el ambiente. El mal arranque en el campeonato tampoco ayuda. Hay una disputa lógica por el control del departamento de socios, clave en los próximos comicios; Boca zafó por muy poco de una clausura de su cancha, un grupo de ex gerentes despedidos le inició juicios millonarios y todavía queda la duda de si el presidente consiguió aprobar la continuidad de su estrella con o sin el apoyo del macrismo.

El próximo año viene con yapa en materia electoral. A los comicios nacionales, porteños y las internas de los partidos políticos hay que agregarles la votación en Boca. En el club hay quienes especulan con un regreso sin gloria del ingeniero procesado en la causa de las escuchas, si se desmorona su proyecto presidencial a nivel país. En este caso debería luchar por otra presidencia que ya conoce muy bien. La ejerció por tres períodos consecutivos entre 1995 y 2007. La elucubración de los adversarios de Macri no resulta desatinada. “Jamás toleraría perder protagonismo y Boca se lo garantiza”, afirman con sarcasmo. Pero el líder del PRO, diestro al fin, patea con su pierna hábil semejantes especulaciones. Confía que está predestinado para metas más elevadas y en que el club tiene quienes operen por él.

El ex tesorero Angelici, quien renunció a ese cargo porque discrepó con la renovación del contrato de Riquelme, continúa ocupando una vocalía en la comisión directiva. Perdió el control de la caja –quedó en manos de José Requejo García, un partidario de Ameal–, pero no sus ganas de gobernar Boca. Otro ex tesorero del club y hombre del holding familiar de los Macri, Orlando Salvestrini, se anota en la presidencial. Es el mismo al que Jorge Bermúdez y Mauricio Serna mandaron al psicólogo en 2001 después de ganar una semifinal de la Copa Libertadores frente a Palmeiras en Brasil. Había dicho momentos antes del partido que los futbolistas estaban “histéricos” y “temían al fracaso” porque reclamaron una deuda impaga y amenazaron con no presentarse a jugar.

Además de Angelici renunció el ex jugador Horacio Palmieri al departamento de fútbol internacional. Adujo discrepancias con Ameal, al que había defendido hace un mes. “Se sabe que las diferencias entre los dirigentes cercanos a Macri y el jugador son conocidas y no de ahora”, señaló colocándose del lado de Riquelme. La baja del tesorero y los ocho votos contra la renovación del contrato del ídolo alimentan la idea de que el ex presidente todavía pisa fuerte en el club. “No es cierto, Mauricio está completamente ajeno a eso. Es más, yo soy testigo de que le dijo a otra persona: ‘No lo caguen a Ameal, que es un buen tipo’, cuando se votó el contrato de Riquelme”, le confió a Página/12 un alto funcionario porteño que además es hincha de Boca.

Como fuere, el armisticio que continuó a la firma del acuerdo no impide algunas escaramuzas. El vocal macrista Carlos Aguas todavía no hizo pie en el departamento de socios para el que había sido nombrado. A pesar de que el club tiene suspendida la incorporación de asociados (hoy son unos 60 mil), el control de esa área es vital en cualquier elección. Ameal, un empresario de Berazategui al que se le atribuye simpatía con el gobierno nacional y amistad con el diputado nacional Carlos Kunkel, dice que están “muy bien económica y financieramente”. Y que hasta el próximo año Boca no sufrirá remezones a pesar de las costosas incorporaciones que realizó más allá de Riquelme.

Habrá que ver lo que depara el balance del ejercicio 2009/2010. En el período 2006/2007 el pasivo ascendía a 71.001.489 de pesos –durante el último mandato que encabezó Macri–, en 2007/2008 subió hasta 109.775.019 pesos en la administración de Pedro Pompilio y en el primer año de gobierno de Ameal volvió a crecer hasta 134.715.902,92 pesos. Este balance cerró con un déficit de 11 millones de pesos.

En Boca acaban de zafar de una posible condena en una causa que iba a ser elevada a juicio por permitirle a la barra brava ciertas inmunidades en la Bombonera. Los dirigentes aceptaron una probation, evitaron de ese modo la clausura del estadio por tres meses y el pago de una multa de 30 mil pesos. Pero si incumplieran algunas de las medidas que se comprometieron a tomar (aplicar el derecho de admisión a pedido de la Justicia, evitar que la Doce guarde sus pertrechos en las tribunas) aquellas medidas se harían efectivas. De lo que no se salvará el club es de los juicios que decidieron iniciarle varios ex gerentes que fueron despedidos durante la gestión de Ameal. Uno de ellos, Guillermo Gresia (ver aparte), calcula que las demandas podrían ascender a unos 12 millones de pesos.

¿Qué pueden importarles estas amenazas a los dirigentes si el equipo de Claudio Borghi se recupera y comienza a ganar varios partidos seguidos? Quizás, poco. Pero si no revierte su magra campaña de un punto obtenido sobre nueves posibles, lo más probable es que cualquier tema sea agitado por el macrismo para dar un zarpazo.