DEPORTES › FUTBOL A LOS 100 AñOS, EL EX GOLEADOR DE GIMNASIA Y BOCA FALLECIó EN LA PLATA
Era el último sobreviviente de la épica final de la primera Copa del Mundo, la de 1930 en Montevideo. La hinchada boquense lo había bautizado “Cañoncito”, por su potente remate. Había marcado 194 tantos para el cuadro de la Ribera.
Con la muerte, a los 100 años, de Francisco Varallo, el fútbol mundial perdió una leyenda. Ultimo sobreviviente de la histórica final de la primera Copa del Mundo de 1930, en la que Uruguay derrotó a Argentina por 4-2 en Montevideo, había nacido el 5 de febrero de 1910 en la ciudad de La Plata, y murió ayer a la madrugada en la misma ciudad, de la que se convirtió en uno de sus símbolos. “Estaba cansado de vivir, sólo abría los ojos cuando se hablaba del fútbol de antes”, contó un sobrino suyo. Una calle (la avenida 25 entre 32 y 526) lleva su nombre, recordado además en una placa en homenaje al legendario goleador.
Comenzó a jugar de adolescente en el club platense 12 de Octubre, adonde fueron a buscarlo varios equipos hasta que se acordó su pase a Gimnasia, a cambio de 500 pesos y una tribuna, después de un partido en el que le convirtió ocho goles al club Rioplatense. En Gimnasia debutó en 1929 e hizo una gran campaña que le valió un lugar en la Selección Argentina.
En el segundo partido de aquel Mundial de 1930, contra México, Varallo marcó uno de los seis tantos de la goleada 6-0, pero en el cotejo siguiente con Chile se lesionó la rodilla derecha y no pudo estar en la semifinal con Estados Unidos. Se repuso para jugar la final. “La perdimos porque algunos arrugaron ante la guapeza de los uruguayos”, solía asegurar.
Jugó luego en Vélez y en 1931 fue transferido a Boca. Debutó a fines de mayo de ese año contra Chacarita como insider derecho y convirtió su primer gol en el tercer partido, con Atlanta. Su primer clásico ante River Plate lo disputó el 20 de septiembre de ese año, marcando un gol de tiro penal. La hinchada boquense lo había apodado “Cañoncito”, por su fuerte remate.
Con 194 tantos en 222 partidos, se convirtió en uno de los goleadores históricos de Boca. Hasta 2008, Varallo tenía solamente por delante como máximos artilleros de Boca a Roberto Cherro (210 goles) y a Domingo Tarasconi (192). En ese año, lo superó Martín Palermo, que ya lleva 193 goles.
A lo largo de su trayectoria, “Cañoncito” marcó 181 goles por campeonatos locales, con un promedio de 0,87 por partido. También anotó 31 goles en 38 amistosos y 14 en trece partidos de copas de su época. En Boca tres veces señaló cuatro goles en un partido, en 13 oportunidades hizo tres y 30 veces anotó dos.
Varallo se retiró muy joven del fútbol, a los 29 años, tras una gloriosa trayectoria en Boca, con el que ganó tres títulos. Jugó su último partido el 8 de diciembre de 1939, en el que se despidió gritando un gol en el triunfo 2-0 sobre Huracán en el estadio de River.
Fue entrenador de Gimnasia entre 1957 y 1959, pero no sentía esa función y no tuvo empacho en decirlo abiertamente. “No tengo la fuerza de carácter que hay que poseer para esa tarea”, reconocía.
En 1994, cuando tenía 84 años, la FIFA le entregó la Orden del Mérito que también le dieron al inglés Bobby Robson, los alemanes Gerd Müller y Franz Beckenbauer, el brasileño Pelé y el italiano Paolo Maldini, entre otros. “Nos invade una profunda tristeza al saber que Francisco Varallo ya no estará más con nosotros, como persona y como representante de nuestro querido deporte”, expresó ayer en un comunicado el presidente de la FIFA, Joseph Blatter. “Siempre vivirá en nuestra memoria.”
El 18 de diciembre de 2008, a los 98 años, fue declarado Ciudadano Ilustre de La Plata, en una ceremonia en la que también recibieron dicha condecoración otras celebridades platenses del deporte.
Convertido en una leyenda viviente, pudo disfrutar en febrero del homenaje especial “Francisco Varallo, un siglo de gloria” que le rindieron las autoridades locales y del fútbol argentino, en el teatro municipal Coliseo Podestá de La Plata, por sus primeros cien años de vida.
Emocionado, sólo atinó a agradecer el cariño que le manifestó la gente a lo largo de su vida. “Anduve con tanta gente, hasta con (Carlos) Gardel... Por la noche lo encontrábamos, íbamos a tomar un cafecito. Pero no me acuerdo de nadie, me olvido de todo ahora.” Difícilmente el fútbol se olvidará de Cañoncito.
“Ocurrió que había cinco insáis (insiders) derechos, mi puesto, para ocupar un lugar. ¿Qué pasó? Los dirigentes hicieron un sorteo y salí yo. El entrenador no tenía ninguna decisión. Aquella final con Uruguay fue un partido muy duro que nos ganaron con prepotencia. Lo peor fue que algunos compañeros aflojaron, asustados por el ambiente. Esa final no la podíamos ganar de ninguna manera y eso que el juego se presentó fácil en el primer tiempo, cuando ganábamos 2-1 con un hombre menos y entonces no se podían hacer cambios. Yo no tendría que haber jugado porque en una jugada rápida (en la semifinal contra Estados Unidos) le pegué a la pelota con alma y vida y terminé de lastimarme la rodilla. A los 15 minutos de la final, el defensor uruguayo Lorenzo Fernández me pegó un patadón terrible. Lo miré fijo a los ojos con gesto fiero y le dije: ‘No seas animal’. ¿Sabe lo que me respondió? ‘¿No te das cuenta, botija, que te quiero sacar de la cancha?’ Aquel partido me dejó un gran dolor, al punto tal que después siempre disfruté cada derrota de Uruguay. Igual, de ese Mundial me reconfortó haber conocido a Carlos Gardel, que iba a la concentración, cantaba y jugábamos a la lotería.”
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