El US Open ya se ganó hace un año, lo que importa ahora es la Copa Davis. Ningún argentino lo expresará tan claramente, pero el Abierto de Estados Unidos que comenzó ayer parece sólo una escala previa a la semifinal de la Copa Davis en Lyon, dentro de menos de tres semanas. “Mientras más avancemos los chicos y yo, mejor. Eso significaría que llegamos bien preparados a Lyon”, dijo David Nalbandian, el único argentino con posibilidades ciertas de llegar a la segunda semana del torneo.

“En la Davis pensás inevitablemente, está ahí, muy cerca”, señaló el argentino, que admitió haberse “sorprendido” por la velocidad con que ganó su primer título tras la operación que lo tuvo fuera del circuito durante meses.

Más allá de Nalbandian, el resto está viviendo una temporada que no puede ser definida ni siquiera como discreta. Verlos avanzar más de dos rondas sobre el ardiente cemento de Nueva York sería toda una sorpresa. Leonardo Mayer, Eduardo Schwank y Horacio Zeballos jugaron en total 12 partidos desde el triunfo de Argentina en julio en los cuartos de final de la Davis en Rusia. De esos 12 ganaron apenas dos.

Peor es la situación de Juan Mónaco, que se está recuperando de a poco de una complicada lesión. Jugó sólo un partido desde Roland Garros, la semana pasada, y lo perdió. Sin embargo, si se mostrara en forma tendría una posibilidad.

Se espera poco de los argentinos en Nueva York. Por eso es que, salvo milagro o gran actuación del renacido Nalbandian, el calor del fin del verano en Nueva York no impide que la mente de muchos esté puesta ya en Lyon.

Argentina se enfrentará allí a una peligrosa Francia, pero podrá sobre todo habilitarse a una revancha consigo misma: si gana esa semifinal, estará por cuarta vez en su historia en una final, que será en casa.

Entonces tendrá la oportunidad de ganar su primer título y cerrar esa historia negra derivada de la desgraciada final que perdió en 2008 con España en Mar del Plata. Pero falta aún. Primero está la semifinal en Lyon. Y el US Open, claro.