El retorno de Carlos Bianchi a Boca casi se empaña por una derrota que ya parecía consumada, hasta que su insistencia tuvo premio con la aparición del juvenil Pablo Bonvín, quien no tuvo en cuenta la paternidad de San Lorenzo y puso su nombre en el 2-2 del clásico. El golazo de Damián Luna y el penal sabiamente ejecutado por Acosta, más la precisa definición de Raúl Estévez, fueron las máximas emociones de un primer tiempo jugado con ganas y dientes apretados, nada amistoso. Después, a sólo cuatro del final, Bonvín capturó un centro bajo de Estévez –la figura de la cancha– y colocó las justas cifras definitivas. Fue parejo, con dominio alternado. Empezó bien y terminó feo.
Muy permeable resultó el experimentado binomio de contención Cascini-Cagna durante los primeros minutos. Una retaguardia desubicada, además, permitió que los ataques de San Lorenzo llegaran hasta el fondo. Por entonces, la habilidad de Luna y la movilidad de Chatruc –anduvo bien–, asistiendo a Acosta y Astudillo, complicaron a Boca. Y no extrañó que en ese lapso los de Insua sacaran clara ventaja. Primero, con un colocado remate de Luna, tras taco de Acosta. Luego, mediante un disparo de penal del Beto, luego de una fatal distracción de Crosa y una evidente falta de Cascini a Chatruc.
En tanto, los de Bianchi tiraban centros aéreos y hubo un cabezazo de Crosa, nada más. Durante la media hora final de la primera mitad se alternaron en el dominio, más allá de que la posesión de la pelota fue de Boca. Alfredo Moreno, que había ingresado por Bracamonte lesionado (esguince de rodilla), desconcertó a tres adversarios y dio el pase a Estévez, que definió de derecha, abajo a colocar. Muy fino.
En la reanudación, con dos cambios para mantener la diferencia, San Lorenzo cedió la iniciativa; estrategia que se acentuó con la expulsión de Esquivel. Boca atacó entonces, sin fuerza ni ideas. Sólo Estévez y, sobre el final, el empeño de Bonvín, que tuvo su premio a cuatro del final.