DEPORTES › OPINIóN
› Por Facundo Sava *
“La marca es todo”, dice la propaganda de un shopping. Más allá de todo lo que implica el mensaje, la necesidad de apoyarse en artificios, el slogan lleva inevitablemente a pensar en el fútbol. Sobre todo después de ver los 30 minutos finales del partido que el domingo jugaron Independiente y San Lorenzo. “Acá no marca nadie”, me dijo en un momento mi mujer, que mucho de fútbol no entiende, lo que me hizo ver que la situación era muy evidente.
Esos minutos de juego me dieron cierta melancolía, recordar los partidos que hacíamos en el barrio de solteros contra casados, en el que un jugador de campo atajaba y el arquero era el 9, donde jugaban los técnicos y los utileros, no había offside y la pelota iba de un arco a otro sin descansar.
En esos picados, la mitad de un equipo estaba cerca de un arco y la otra mitad, cerca del otro; equipos totalmente separados en los que no existía el mediocampo (salvo para algún “loco” con ganas de correr); picados en los que los delanteros, cuando su equipo era atacado, se quedaban haciendo chistes con el arquero rival.
Cualquiera podía ganar, no había favoritos. Eso pasó en Independiente con San Lorenzo. Cualquiera pudo ganar. Fue empate.
Veo muchos jugadores que, cuando su equipo está atacando y tienen la obligación de marcar, anticipar a los jugadores rivales ante un rechazo o una salida del adversario, están pensando en otra cosa y no en lo que ellos tienen que hacer: dar seguridad.
Esto hace que los delanteros o mediocampistas del equipo que se defiende y sale de contragolpe reciban la pelota, se den vuelta y, en tres o cuatro pases, ya se pongan en situación de gol, tal como pasó en el segundo tanto de All Boys contra River.
El final del partido en el Monumental fue, otra vez, algo parecido a un solteros contra casados.
“La marca es todo”, pero en otro sentido, en el sentido de tener huellas desde la infancia, desde la base. Vélez es un ejemplo de equipo con bases sólidas, con jugadores afianzados en una identidad, creciendo con entrenadores del club y que finalmente, como metáfora, exhiben su buena marca en el campo de juego. El partido del lunes ante Banfield, con los defensores en mitad de cancha cuando su equipo atacaba, es muestra fiel de esa realidad.
De este fin de semana, la 13ª fecha del Clausura, me quedan otros dos datos: primero, la mayor cantidad de triunfos visitantes que locales (51 contra 41 en lo que va del torneo). Cuando recién empezaba a mí me pesaba más jugar en mi cancha que en otra, y tal vez la estadística revele que haya muchos jugadores sin experiencia.
Segundo: la agresión de algunos hinchas contra los jugadores del equipo contrario y también del propio empieza a resultar inadmisible para otra gente, que señala al agresor. Pasó en Quilmes, pasó en el clásico tucumano. Ojalá que el ejemplo se empiece a repetir en todos los estadios.
* Ex futbolista, entrenador.
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