DEPORTES › LIONEL MESSI BRILLO AYER EN WEMBLEY Y CONQUISTO LA CHAMPIONS LEAGUE
Jugó un gran partido en la catedral del fútbol, marcó un gol y no se privó de meter algunos caños, fue elegido mejor jugador del partido en el que Barcelona derrotó por 3-1 al Manchester United. “Es el mejor”, lo elogió Guardiola.
› Por Sebastián Fest
Desde Londres
Tiró varios “caños”, gritó su gol como pocas veces en la vida, pateó un micrófono y voló sobre sus compañeros para celebrar el 3-1 del Barcelona ante el Manchester United. Leo Messi jugó ayer 90 minutos en estado de felicidad permanente, rió como nunca en Wembley. Quizá porque lo hizo último y, por eso, mejor. Con su gol, clave para que el Barça conquistara su cuarta Champions League, el argentino cerró una temporada de fábula y les puso el broche a nueve meses que lo agigantaron como jugador.
Las cifras marean. Sus 53 goles en 55 partidos de la temporada 2010/11 le permitieron alcanzar y situarse a la par de Cristiano Ronaldo, aunque los de la Pulga fueron mucho más valiosos, porque sirvieron nada menos que para ganar una Champions League: basta con recordar los dos de la semifinal en el Bernabeu y el de ayer para destrabar la final y abrir el camino del triunfo en Wembley, 19 años después del misil de tiro libre de Koeman para la primera Champions azulgrana, en el “viejo” Wembley.
Messi sigue haciendo un uso magistral de la gran clave del fútbol: el engaño. Ayer jugó suelto, sin posición definida. Ni abierto a la derecha como en sus inicios, ni de “falso nueve”. Bajó a armar jugadas, entró por el medio y enloqueció con diagonales desde la derecha. Fue omnipresente y persistente. Junto a Josep Guardiola, ganaba la partida táctica otra vez.
Y eso que hasta tres hombres lo seguían, y eso que el surcoreano Park buscaba frenarlo antes de que se acercara al área, y eso que Vidic y Ferdinand lo tenían apuntado, tanto como el ecuatoriano Valencia, autor de alguna falta violenta sobre la ingobernable Pulga.
Y eso, también, que el primer tiempo se había cerrado con cierta inquietud para los españoles, que cuando dominaban el partido se encontraron con el golazo de Rooney y se fueron al vestuario con un 1-1 inesperado.
No importaba, porque el hombre diferente, el “messías” del fútbol, tenía el gol entre ceja y ceja. No estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Tras los primeros diez minutos de presión y juego asfixiante del Manchester, el Barcelona (que cuenta además con Javier Mascherano, titular, y Gabriel Milito, que ayer quedó fuera del banco) comenzó a encontrarse a sí mismo, lo que en buena parte significa que Messi entra en acción.
“Es el mejor jugador que he visto, probablemente el mejor jugador que pueda ver. Podemos competir, pero sin él el equipo no daría este salto de calidad”, admitió Guardiola. “Messi es único, es irrepetible”, agregó.
Su reingreso al campo de juego tras el entretiempo fue a lo Messi. Iba con la camiseta entre los dientes y atándose el pantalón. Ultimo, incluso después de los árbitros, lento y ausente, como si no hubiera nada en juego. ¿Ausente? Nada de eso. Los 87.695 espectadores vieron cómo Messi definía con comodidad a la izquierda de Van der Sar, un hombre que se retiró ayer del fútbol con el argentino como némesis. De aquel cabezazo de Roma al tiro colocado de hoy: de Messi preferirá no acordarse. Si incluso fue una endiablada jugada del argentino enloqueciendo a Nani la que dio inicio al 3-1 notablemente convertido de rosca por Villa.
Messi, en cambio, se acordará de todo. Incluso de que convirtió su primer gol en Inglaterra. “¡Dale Leo, dale Leo!”, gritó Guardiola cuando vio el gol. El templo de Wembley se rendía al Barça, y el Barça, de a poco, bien puede comenzar a pensar en un templo para Messi.
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