DEPORTES › ESAS TRIBUNAS ESTáN VACíAS
Antes de que arranquen las Copas del Mundo, los Juegos Olímpicos, los grandes eventos, quedan en claro ganadores y perdedores: la industria de la construcción y las cuentas públicas. Los elefantes blancos, los enormes estadios que se erigen para celebrar vastas manifestaciones deportivas, son lindos para la foto pero no para balancear las finanzas, y están transformándose en plaga. Un estudio del Instituto Danés para el Deporte, presentado en la séptima conferencia Play the Game, sobre los problemas del deporte a escala planetaria, en Colonia (Alemania), muestra que muchas de esas descomunales arenas no concitan más atención que la del déficit económico.
En los últimos 15 años se construyeron 75 estadios nuevos en todo el mundo, para JJ00, mundiales de fútbol y torneos continentales. Según el estudio, basado sobre información recogida en 65 estadios de 20 países, se gastaron en su construcción 13.100 millones de dólares, a un promedio de 201,5 millones de dólares por estadio. El más caro fue el de Ciudad del Cabo, allí donde la Selección Argentina fue eliminada del Mundial de Sudáfrica, que costó 600 millones.
Pero mientras el estadio Olímpico de Atlanta, erigido para los JJOO de 1996, recibió 2,5 millones de espectadores en 2010 –allí es local el equipo de béisbol Atlanta Braves–, al Magalhaes Pessoa de Leiria (Portugal), construido para la Eurocopa 2004, no lo llenaron ni una sola vez el año pasado. Los pronósticos son funestos para el nuevo Olímpico de Londres, que hospedará los Juegos de 2012. Allí será local más tarde el West Ham United. También el nuevo Euro 2012 de Varsovia, en Polonia, apunta a la catástrofe.
En la Argentina se construyó un estadio nuevo para la Copa América, el Bicentenario de San Juan, que costó 86 millones de pesos. Brasil está remodelando, a los tropezones, once estadios y construyendo uno nuevo. Las tareas costarán, según cálculos preliminares, no menos de 1900 millones de dólares. En marzo pasado, el informe de una ONG afirmó que cinco de ellos se transformarán en elefantes blancos: en Brasilia, Cuiabá, Manaos, Natal y Recife no hay clubes de fútbol populares o una población que justifique su tamaño.
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