DEPORTES › OPINIóN
› Por Facundo Sava *
El torneo Apertura viene dejando mucha tela para cortar, y podríamos hablar ahora de las razones por las que Racing retrocede cuando va ganando, de por qué a Boca le hacen tan pocos goles, del momento irregular de San Lorenzo, del River puntero de la B Nacional. Sin embargo, y a partir de la posibilidad surgida de que adelante su retiro, el tema que se impone es Juan Sebastián Verón. Los problemas que padece en su tobillo derecho, en el que sufrió inclusive una operación, recuerdan los de Martín Palermo o Gabriel Batistuta con sus rodillas, e invitan a una reflexión.
El fútbol moderno exige un nivel de preparación física, técnica, táctica y psicológica muy elevada, y en este caso conviene analizar cómo se va deteriorando el cuerpo de un futbolista, a medida que pasan el tiempo y las competencias, los campeonatos. Por lo general, un futbolista comienza a jugar desde muy chico: allí hay un camino para la diversión, claro, pero también existe una exposición a las lesiones a través de golpes, torceduras, desgarros, choques con compañeros y rivales.
El físico de un futbolista también está expuesto a numerosas exigencias del juego en sí: frenos, giros, saltos, cabezazos. En fin, múltiples acciones que repercuten sobre el cuerpo.
Cuando me reúno con algún ex jugador o un futbolista que está por retirarse, el tema recurrente de conversación es el estado físico con el que terminamos la carrera. En mayor o menor medida, a todos nos quedan secuelas de tantos entrenamientos, tantos partidos, tanta exigencia del alto rendimiento o la competencia.
¿Es posible que un jugador termine la carrera a los 33, 34 o 35 años, con toda una vida por delante, con las rodillas desgastadas, los tobillos igual, las caderas lo mismo, y en algunos casos sin que pueda volver a practicar algún deporte? ¿Puede evitarse esta situación? ¿Quién es responsable de cuidar el cuerpo del jugador?
Carlos Griguol, o Carlos Bianchi, por citar dos ejemplos, fueron siempre dos entrenadores que no dejaban jugar al futbolista que exhibiera algún dolor, alguna molestia, aun siendo el mejor del equipo y sin importarles lo que dijeran los demás. Preferían preservarlo y tenerlo en buenas condiciones para la fecha siguiente, y no correr el riesgo de que la eventual lesión del futbolista se agravara. Además, la oportunidad que se le ofrece al reemplazante fortalece la formación y el manejo del grupo, dándole importancia a cada integrante del plantel.
En Barcelona actúan igual: “Lo hacemos para cuidarlos –explican–, porque eso es más importante que cualquier resultado”. Esta situación, en la que se prioriza al ser humano por sobre un resultado deportivo, regresa como gratitud. Lo ideal sería que se pudiera transmitir y enseñar a los chicos desde que entran a un club a cuidar su físico, sus piernas, que es con las que van a caminar el resto de sus vidas; la responsabilidad de este aprendizaje es de dirigentes, técnicos, padres, representantes, preparadores físicos, equipo médico, que son los que forman y educan a los que aman al fútbol.
* Sociólogo y entrenador de fútbol.
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