DEPORTES › LA PILETA DE VILLA DáLMINE QUE FUNCIONó COMO LUGAR DE CAUTIVERIO
Dos sobrevivientes del centro clandestino de detención que funcionó en las instalaciones del club de la ciudad de Campana brindan testimonio sobre sus experiencias y recuerdan a sus compañeros de encierro y torturas.
› Por Gustavo Veiga
Campana se transformó en un ilimitado campo de concentración el 24 de marzo de 1976. Al menos nueve centros clandestinos de detención funcionaron en la ciudad y hubo uno que sufrió la metamorfosis más kafkiana: la pileta de natación del club Villa Dálmine quedó convertida en un depósito transitorio de militantes desaparecidos. Hasta el golpe de Estado, la rutina de los socios consistía en el clásico chapuzón, unas cuantas brazadas y cambiarse en los vestuarios vecinos. Pero después de aquel verano del ’75-’76, y con la zona militarizada, el natatorio ya no tendría agua ni bañistas despreocupados. Su fondo y cuatro paredes impregnadas de cloro serían la antesala de la tortura, el traslado y el blanqueo de los presos políticos de la dictadura, en el mejor de los casos. Ahí sumergieron en seco al intendente peronista derrocado de la vecina Zárate, Francisco Bugatto (hoy de 89 años), y a su hijo José Alberto (63) junto a otros secuestrados. Los dos ahora dan testimonio de esa experiencia que conserva un gran valor histórico y jurídico.
“Teníamos los ojos vendados y de mi permanencia en ese lugar recuerdo que estábamos sentados en el fondo de la pileta y que después me trasladaron a una habitación donde me torturaron”, dice Bugatto (h), quien trabajaba como asistente de su padre en la Municipalidad. “Uno no veía, escuchaba voces, por los diálogos con otros detenidos pudimos saber a dónde nos habían llevado... sí, sí, a la pileta”, aporta el anciano con una memoria prodigiosa. Los dos mencionan a compañeros con los que compartieron ese momento de cautiverio. Algunos sobrevivieron para contarlo, como el músico chileno de Los Jaivas Eduardo Parra y la militante radical Lidia “China” Biscarte. Basado en esa experiencia traumática, el primero escribió una carta que daría letra al tema “Milonga carcelaria”, grabado en 2001. Otros continúan desaparecidos o fueron asesinados: el periodista y director del diario El Actual, de Escobar, Tilo Wenner, y el abogado Juan Carlos Deghi.
Citada en el libro Maten al mensajero, de Franco Salomone, Eliana, la esposa de Wenner, responde sobre su permanencia en un centro clandestino: “Sí, lo vio una señora, China Biscarte, de la localidad de Zárate. Ella estuvo con Tilo en la pileta del Club Dálmine de Campana. Yo la fui a ver después de que la liberaron y con tristeza y mucha rabia me dijo: ‘Te imaginás, estaban ahí todos apretados, como cerdos, atados’. Después nunca más se supo sobre él”.
Las instalaciones deportivas todavía se conservan y varios ex detenidos podrían identificarlas. El nombre es lo único que les cambiaron. Y más de una vez. La pileta tiene una cobertura de material y está ubicada junto a una piscina para chicos, más pequeña. El 23 de marzo de 2005, en un acto por el 29º aniversario del golpe, cuentan que Eva Orifici afirmó: “Tenemos la sensación de haber estado acá”. Felipe Solá, el gobernador bonaerense de ese momento, había asistido al ahora llamado Club Ciudad de Campana para encabezar la evocación. Villa Dálmine, el equipo de fútbol que sostenía económicamente el Grupo Techint, se había desprendido del resto de sus actividades deportivas y amateurs en 1984.
Nacía entonces Siderca, aunque no por la fábrica homónima y sí por la Sociedad Interdisciplinaria De Esparcimiento Recreativo, Cultural y Atlético (ver recuadro). Recién en 1999 pasó a llamarse Ciudad de Campana. Hoy se practican en sus amplias instalaciones atletismo, rugby, hockey, vóley y patín artístico, entre otros deportes.
En los meses previos al golpe del ’76, la ciudad de la siderúrgica fundada por Agostino Rocca y la destilería Esso (las principales industrias) festejaba el ascenso de Villa Dálmine a Primera B. Un equipazo, bautizado por sus hinchas como “el Holanda de la C”, había ganado el torneo de 1975 con 60 puntos, más de 100 goles y el arco menos vencido, donde se destacaba el recordado Pedro Catalano, quien combinaba el fútbol con su trabajo en un taller metalúrgico. El arquero sería vendido al Deportivo Español en 1976, donde jugó 18 años como titular. La potencia ofensiva del campeón le había permitido golear a Villa San Carlos 10 a 1 como visitante y a Deportivo Riestra 11 a 4 como local.
Mientras, el Ejército se infiltraba en la empresa Siderca, con un guiño cómplice de ésta y copaba el club que funcionaba como un anexo, además del vecino Tiro Federal; Villa Dálmine se aprestaba a realizar otra gran campaña que lo acercaría como nunca en su historia a Primera División. Techint apostó por ese equipo en el primer año de la dictadura. Sostuvo el fútbol en la B, que a diferencia de la C, ya era profesional. Cefo, Fuentes, Zevallos, Contte, Benítez y Enrique Eduardo Oviedo, quien sería vendido al Boca bicampeón de Juan Carlos Lorenzo en la segunda mitad del ’76, formaban la base. Con esos nombres se clasificó para los dos hexagonales del año por el Ascenso, pero subieron Platense primero y Lanús después.
Dálmine salió campeón tres veces más en los últimos 35 años, pero no volvió a estar tan cerca de Primera División. En 1989 ganó el torneo de la B Metropolitana (subió a la B Nacional) y en 1982 y 1996 los de la C. Este último lo jugó bajo la denominación de Atlético Campana, porque durante una buena parte de la década del ’90, la siderúrgica le restó apoyo económico. Recién en 2002 volvió a llamar la atención en el mundo del fútbol cuando contrató a un quinteto de veteranos con historia de Primera o de Selección para competir en la cuarta categoría de la AFA: Pedro Troglio, José Basualdo, Roberto Monserrat, Raúl Cardozo y Mario Pobersnik.
En Campana, aquellos logros futbolísticos del “viola” de mediados de los ’70 –como lo llaman por el color violeta de su camiseta–, convivieron con la represión durante la dictadura. Los jugadores jugaban al mejor juego mientras puertas adentro del club se mantenía en una pileta de natación a decenas de detenidos. Aunque a esas instalaciones les cambiaron el nombre dos veces, para quienes estuvieron secuestrados en ellas siempre serán una parte de Villa Dálmine. Entre 1974 y 1976 Techint tenía 5000 empleados. Todavía permanecen en condición de desaparecidos 75. Uno por cada 67, según describe en el libro Recordando el olvido el historiador local Miguel Di Fino.
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