Vie 06.07.2012

DEPORTES  › SEMIFINALES TREMENDAS EN WIMBLEDON

Adictos al tenis

› Por Sebastián Fest

Desde Londres

Viernes 6 de julio de 2012 en Wimbledon, un día para quedarse pegado al televisor: todo estará en juego hoy en el All England Club, con dos partidos capaces de reescribir la historia del tenis. El británico Andy Murray ante el francés Jo-Wilfried Tsonga y el serbio Novak Djokovic frente al suizo Roger Federer. El trauma británico en Wimbledon a dos pasos de acabarse, el número uno del mundo que puede cambiar de manos para convertir a su nuevo-viejo dueño en la encarnación de todos los records.

“No recuerdo unas semifinales de este peso y atractivo en muchos años”, dijo el australiano Pat Cash, campeón de Wimbledon 1987 y agudo analista de su deporte. Tras desesperantes días de lluvias intermitentes, el sol comenzó a asomar ayer con fuerza en Londres, a tiempo para iluminar lo que suceda hoy en el escenario más emblemático del tenis mundial.

El MurrayTsonga, por ejemplo. De un lado, un francés que parece la reencarnación de Muhammad Alí, un hombre al que muchos consideran el dueño del juego más completo del circuito, un tenista al que una ex colega, la británica Anabel Croft, describió con llamativa y original precisión. “Tsonga es divertido. Es como un hombre de las cavernas que le da a la pelota con un garrote. ¡La destroza!” Coincidía así con lo dicho un año atrás por Martina Navratilova tras ver al francés eliminar a Federer y escalar hasta semifinales: “Vayan y escuchen el sonido que genera Tsonga al impactar la pelota. No escuché algo así en mi vida”.

Aunque Tsonga necesitará algo más que sus notables golpes para avanzar a la final y aspirar a ser el primer francés campeón de Wimbledon desde que Yvon Petra lo lograra en 1946. El último finalista francés en la era profesional fue Cedric Pioline, en 1997.

“Tsonga tiene golpes increíbles, el problema es que su mentalidad no está a ese nivel”, aseguró Cash. Pero la carga histórica del rival de Tsonga es mucho mayor, porque sobre Murray descansan todas las esperanzas y frustraciones de una nación que en buena parte inventó el tenis y que hace décadas que ve cómo las esperanzas terminan siempre en frustración.

Desde aquel viernes 3 de julio de 1936 en el que Frederick John Perry arrasó 6-1, 6-1, 6-0 al alemán Gottfried von Cramm, ningún británico volvió a ser campeón en el individual masculino de Wimbledon. Perry era inglés, Murray es escocés, pero ese detalle poco importará si avanza a la final. Y ni hablar de si la gana.

Número cuatro del mundo y a la espera aún de su primer título de Grand Slam tras tres derrotas en finales, Murray no quiere convertirse en el segundo hombre en la era profesional en perder cuatro semifinales de Wimbledon. El único que ostenta ese “record” hasta hoy es su compatriota Tim Henman.

La presión del court central del All England era casi física en aquellas semifinales que perdió Henman en 1998, 1999, 2001 y 2002. Se escuchaba la respiración de un espectador en la fila más alejada, pesaban toneladas los decepcionados “¡ooohhh!” cuando el elegante británico fallaba. Pero Henman estaba más allá de su límite en esas semifinales, había hecho ya demasiado. Murray, en cambio, es un hombre con más tenis que su compatriota, un jugador al que una final y un título en Wimbledon no le quedan grandes.

Ni hablar de Federer, al que Wimbledon le va como un traje hecho a medida. Seis veces campeón del torneo, obtener un séptimo título le permitiría igualar al estadounidense Pete Sampras y al británico William Renshaw, que ganó el primero de sus siete trofeos en el lejano 1886 en el que comenzó a jugarse Wimbledon.

Su partido de hoy será el primero en césped ante Djokovic, defensor del título. El serbio está intentando convertirse en apenas el tercer hombre en la era profesional en jugar cinco finales de Grand Slam consecutivas. Sólo Federer y el español Rafael Nadal lo lograron hasta ahora. Federer, que ganó más torneos sobre césped que la suma de los conquistados por los otros tres semifinalistas, debería ser el favorito, pero no lo es.

“No estoy seguro”, dijo el propio suizo. “Obviamente ayuda que él haya ganado los últimos partidos ante mí. Pero es nuestro primer partido en césped. No sabemos qué esperar, en realidad, siento como que es bastante parejo. Me siento bien de cara al partido, estoy entusiasmado.”

Djokovic tiene razones para sentirse confiado: viene de batir al suizo hace cuatro semanas con claridad en las semifinales de Roland Garros, y tiene la ventaja psicológica de haberse impuesto en las semifinales del US Open 2010 y 2011 tras superar sendos match-points en ambos partidos.

“No tengo nada que perder”, dijo con excesiva y poco creíble modestia Djokovic. Aunque es cierto que Federer es Federer, y si el suizo, que asegura estar bien de los dolores en la espalda, avanza a la final, tendrá en sus manos algo enorme: recuperar el número uno del mundo e igualar –y siete días después superar– el record de Sampras de 286 semanas como número uno del mundo.

Claro que si su rival es Murray, el tenis tendrá el domingo un ataque de taquicardia. ¿Record de títulos en Wimbledon, record incrementado de trofeos de Grand Slam y nuevo número uno, también record? Eso sería si gana Federer. ¿O la explosión colectiva de alivio de una nación si por fin uno de los suyos vuelve a conquistar su torneo?

“Suceda lo que suceda, es una situación en la que todos salimos ganando. Son unas tremendas semifinales”, dijo entusiasmado ayer Brad Drewett, el nuevo jefe de la ATP. Unas semifinales para fundirse con el televisor hasta el último punto.

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