DEPORTES › OPINION
› Por Juan José Panno
Los hinchas de Boca padecen en estas horas el dolor de la derrota contra el Corinthians, los dardos vengativos de los de River, las gastadas de todos los demás y, lo que es más importante, el peso del anuncio de Riquelme.
Hacen cuentas y hacen memoria los hinchas de Boca enamorados del buen juego: cinco títulos nacionales, cinco títulos internacionales entre ellos tres copas Libertadores, 80 goles en 354 partidos, el caño a Mario Yepes, el “Topo Gigio” a Mauricio Macri, la deslumbrante actuación en el Nou Camp, el pase a Palermo contra el Real Madrid, la pelota atada a la suela en el último tramo de ese partido, los goles a Gremio, el gol de puntín a Chilavert, una, cien, mil pisadas y las pelotas detenidas expresamente enviadas a la cabeza de un compañero y los pases de billar y las sutilezas de todos los colores y todas las texturas.
Los hinchas del buen fútbol (que también los hay, más allá de la pasión por una camiseta) quieren que arregle con Argentinos o con Tigre, para seguir viéndolo de cerca. Ojalá.
Es que Riquelme es el último enganche. Con el potrero, con el romanticismo, con la imprescindible belleza estética a la que nunca se debe renunciar, con la idea de que a la pelota hay que quererla. El enganche con todo eso es Riquelme. Si finalmente decide emigrar, al fútbol argentino se le va abrir una nueva herida en su cuerpo ya sangrante desde hace bastante tiempo.
El consuelo, si se va al Villarreal o a China (como parece bastante probable) será que lleguen imágenes que permitan seguir disfrutando un poco más de lo suyo, aunque pierda el bonus que le daba ponerse la azul y oro.
Por supuesto, la noticia de que Riquelme se va de Boca alegrará a unos cuantos. Angelici/Macri celebrarán que al fin se lo sacaron de encima, Falcioni no tendrá más competencia directa e interna en la conformación del equipo y en el lineamiento táctico, los amigos de Palermo sentirán que se terminó la competencia de idolatrías y los volantes de contención de los equipos con los que enfrentaban respirarán un poco más tranquilos, mientras algunos hinchas que lo tildaron de pecho frío pensarán que les dio la razón. Pobres, pobres todos ellos.
Si Riquelme se queda en el país, mucho mejor. Pero si decide irse habrá que pensar en un partido homenaje. Que no lo tendría que organizar Boca, sino la AFA. Y que tendría que jugarse en la cancha más grande de que se disponga y televisado en directo por cien canales para que se pueda disfrutar, una vez más, de su juego. Para que el fútbol todo le brinde el reconocimiento que se merece, por ser el último enganche.
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