DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Unicamente dado el misérrimo nivel de juego de los torneos locales en los últimos años puede entenderse –jamás justificarse– que un chantapufi berreta como el actual entrenador de San Lorenzo se haya convertido en casi el personaje excluyente de este decadente fútbol argentino.
Las explicaciones que no explican, los justificativos que no justifican, las excusas que no eximen, tanto de entrenadores como de jugadores y dirigentes encuentran fácil difusión por parte de los comunicadores que no comunican. Y la permanente venta de humo no es patrimonio exclusivo de Ricardo Caruso Lombardi.
De improviso parece que la flamante conducción de San Lorenzo decidió acotar la verborragia del entrenador, como si súbitamente el petimetre de la barba candado haya exagerado la incontinencia verbal que hasta ahora suponían los silentes de turno parecía amortiguada.
Se dice que de aquí en más Caruso Lombardi deberá pedir permiso para hablar con la prensa. Como si cualquier cosa que diga –o que calle– pudiera aportar positivamente para que el fútbol-juego sea reivindicado aunque sea un poquito.
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