Jugaron 80 tibios, respetuosos minutos, declinando invitaciones para despojarse de la cautela y ser más agresivos, y entregaron diez minutos finales con entusiasmo, goles y un cierre impredecible. Lo ganó la Argentina “local” que armó Alejandro Sabella aprovechando un increíble error brasileño en el cierre del partido, y tras el 2-1 de la ida en Goiania hubo que definirlo en los penales, poniéndole la última cuota de emoción a una noche demasiado tenue en una Bombonera semivacía.

Argentina le tuvo respeto a Brasil desde la formación, un 3-4-1-2 con siete jugadores prestos para defender el orden y el terreno; Brasil no copó la parada aceptando la invitación de hacerse cargo de la pelota y el trámite, y respetó la tradición celeste y blanca; después de todo eran visitantes... Si hasta en el exceso de juego fuerte hubo prueba de ese respeto.

Así se fueron 80 minutos sin predominio marcado, con algunas buenas actuaciones individuales (Peruzzi, el chico Cerro marcando y pasando, la movilidad de Martínez, el tino de Montillo en la primera mitad, algo de Neymar en la visita) y con pocas chances de gol.

En ese panorama, la Argentina necesitó algunas ayuditas para ganarlo. Primero, un penal inventado por el árbitro chileno Ossés, una falta de Jean a Martínez que no existió, que Scocco, el goleador de Newell’s (que había ingresado por el correcto Barcos) anotó. Tras la reacción de Brasil, un remate deficiente de Jean que Fred –que no había hecho nada en el partido– mandó al empate con otro toque defectuoso, el empate, acorde con el respeto mutuo, parecía cosa juzgada.

Pero se equivocó el fondo brasileño a la hora de achicar, guapeó Montillo, definió Scocco como los dioses, y a los penales. Cavalieri le atajó a Martínez, marró Montillo, Orion le contuvo a Carlinhos, acertaron Domínguez, Scocco (¡otra vez!) y Orion, pero Thiago Neves, Jean, Fred y Neymar llevaron de nuevo el Superclásico de las Américas a Brasil.