DEPORTES › OPINION
› Por Pablo Vignone
Parece hasta tramposo preguntarse para qué sirven amistosos como el del miércoles a la noche en la Bombonera. La trampa está disimulada, porque la pregunta en general suele considerar como tácita beneficiaria a la Selección Argentina y lo real es que estos amistosos del Superclásico de las Américas nunca se plantean en ese sentido, porque fueron concebidos como una enésima manera de explotación comercial de las gemas de ambas asociaciones, la nacional y la brasileña. En todo caso, desde lo deportivo esta serie de partidos favorecen más a Brasil, que clasificado como está para el Mundial del 2014 no participa de las Eliminatorias y posee menos calendario como para ir haciendo rodar el equipo.
Pocos parecen recordar el clamor de un año atrás, cuando tras el despido de Sergio Batista y la asunción de Alejandro Sabella se declamaba (y el actual entrenador no se oponía, por el contrario) que la solución para el equipo pasaba por incorporar el ingrediente del medio local, presumiblemente más hambriento, a una constelación de estrellas con el apetito saciado y sin vocación de romperse el alma por la camiseta argentina. Pero estalló Messi (uno de cada ocho goles que anota en 2012 computan a favor de la AFA), la Selección arrasó en la última etapa de las Eliminatorias y ya nadie se acuerda de aquel clamor, ni siquiera quienes lo enarbolaban.
La del miércoles a la noche, en todo caso, era una buena oportunidad para que quienes estaban de acuerdo con esa inyección de sangre local pudieran manifestar su adhesión al equipo armado para la circunstancia, siguiendo el reglamento estipulado oportunamente para este Superclásico (sin jugadores de los que actúan en Europa) y reforzar, eventualmente, su predicado. Las desteñidas tribunas de la Bombonera mostraron falta de compromiso con esa idea, al cabo, o -quizá– pavor ante el precio de las generales.
El tenor de semejantes partidos tampoco resulta el banco de pruebas ideal, ya desde el arranque, con lo cual no hay argumento futbolístico completamente real para sostener el valor de un amistoso como el del miércoles. Quedaron algunas demostraciones potencialmente interesantes (las de los velezanos Gino Peruzzi y Francisco Cerro, por caso, según esta mirada) en un panorama en el que gran parte de las cuestiones pendientes parecen resueltas. Sabella ya armó su equipo para lo que queda de las Eliminatorias y la desembocadura en el Mundial, y el resto será ajuste fino, el diseño final del plantel contemplando todas las posibilidades. En esos 18 meses vista habrá chances de que alguna promesa se consolide, de esas que se desempeñan en las zonas menos pobladas del equipo (los laterales, por caso) como para discutir una u otra de las últimas vacantes de la lista.
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