DEPORTES › RALLY UNAS 3000 PERSONAS DESCANSAN CADA NOCHE EN LOS VIVAQUES DEL RALLY
Se arman y desarman siguiendo la caravana y para evitar el caos contrataron a un especialista. La prueba ya está en Chile, Patronelli ganó su cuarta etapa consecutiva y Peterhansel sacó algo más de ventaja en la general.
Pilotos, técnicos y responsables del Dakar pueden descansar tranquilos tras una larga travesía. El campamento que aloja a la “ciudad Dakar”, un cúmulo de 3000 personas, se convirtió en una verdadera metrópoli itinerante en medio del desierto.
Los “vivaques” (“bivouac” en francés) son zonas de entre diez y doce hectáreas rodeadas de un alambrado perimetral donde día a día conviven esos miles de personas. Allí se ubican el centro de operaciones de la carrera, la oficina de las autoridades deportivas, el restaurante, los sanitarios, la enfermería y la sala de prensa.
Hasta el año pasado, el lugar designado para los participantes era “tierra de nadie” y se resolvía de una manera poco democrática: el que llegaba primero al final de la etapa elegía su sector y lo delimitaba con cintas de plástico.
Al no haber ningún orden, muchas veces el tránsito por el campamento se tornaba caótico. Pero eso cambió a partir de la contratación del galés Geoffrey Dixon, quien durante dos décadas estuvo al frente del paddock del Mundial de Motociclismo y que llegó al Dakar a reformular la organización del campamento.
La experiencia de Dixon se nota a simple vista. Actualmente, los “vivaques” están mucho más ordenados, con lugares ya preasignados y divididos por calles internas señalizadas con balizas para hacer más fácil su ubicación. Antes de la competencia, Dixon ya sabía las necesidades de los principales equipos, algo que le facilitó aún más su tarea. Para el resto de los competidores, en tanto, asignó lugares específicos que se repiten en cada instancia de la carrera.
Allí, por ejemplo, terminó Robby Gordon de arreglar su Hummer el martes a la noche y decidir que valía la pena continuar tras su accidente camino a Nazca. En la etapa de ayer a Arequipa, clavó el tercer tiempo...
En el mismo vivac, se terminó de reparar la camioneta Toyota de Lucio Alvarez, que había roto la suspensión delantera contra una piedra, en pleno desierto. Ya instalados anoche en Arica, los mecánicos de Toyota estudiaban los frenos de la máquina del sudafricano Giniel de Villiers, que sigue tercero, a la luz de la luna. Hoy, después de un larguísimo especial de 454 kilómetros, unos 800 en total en toda la etapa, atravesando el tremendo desierto de Atacama, el orden y los camiones-taller esperarán en Calama. Una nueva noche en la Ciudad Dakar espera.
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