DEPORTES › EL JUEGO DE LA PELOTA SE METIO DE LLENO EN EL PAIS CENTROAMERICANO
En la isla hay un revival de este deporte que ya no mira de lejos al béisbol. Tampoco se vincula con la fiebre de los mundiales. Lo juegan los pibes en las calles y los estudiantes en las universidades.
› Por Gustavo Veiga
Desde La Habana
Hablar de Cuba es hablar de la revolución y también de su deporte. En la isla siempre se destacó con nitidez el béisbol. La historia señala que el boxeo, el vóleibol y el atletismo también aportaron sus éxitos al modelo socialista. El fútbol, en cambio, viene remando desde muy atrás. Pero como es una pasión contagiosa y universal, su popularidad entró por la televisión y se desparramó desde Occidente a Oriente, desde Pinar del Río a Santiago de Cuba. Hoy se polemiza si no prendió de un modo definitivo para disputarle la hegemonía al juego inventado en Estados Unidos, y donde los negros discriminados tuvieron su liga paralela hasta mediados de los años ’40.
Un chico de diez años patea una pelota de plástico en la calle Consulado, de La Habana Vieja. Viste la camiseta del seleccionado argentino con el número 10 y un apellido que lo dice todo en la espalda: Messi. En el amplio complejo de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), antes una base militar soviética, hay dos pequeñas canchas pegadas donde se juegan picados simultáneos. El bar del señorial hotel Telégrafo –el más antiguo del país, abrió en 1860– divide a un grupo de cubanos entre hinchas del Barcelona y el Milan que discuten el partido por la Champions en voz alta como si fueran porteños. Son escenas de un cambio que se está gestando. En cada provincia o municipio del país –se dice–, Messi y Cristiano Ronaldo son tan preferidos como los peloteros de las Grandes Ligas.
Desde que en 1921 se jugó el primer partido oficial en el Parque Palatino de La Habana, el fútbol nunca había gozado de tanta adhesión. En la última Feria del Libro, un acontecimiento masivo que se llena de cubanos en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, muchos compraron símbolos de los principales clubes españoles. Había un stand donde se vendían materiales impresos, camisetas y bufandas (en Cuba ahora es invierno). Adrián, un empleado de seguridad del Telégrafo, explica su devoción por Zinedine Zidane y el fútbol francés. Pero cuenta que tiene un amigo que es fanático del nuestro y del mejor jugador del mundo. René, un barbero cuentapropista de 24 años, pregunta cómo podría conseguir una camiseta del Barcelona. Son apenas un puñado de ejemplos de hasta dónde ha calado el fútbol en el corazón de los cubanos.
Las señales más intensas en la isla del juego que domina el planeta –también se puede observar a jóvenes practicar béisbol hasta con un palo a falta de un bate– son esos chiquilines correteando detrás de una pelota en las calles de La Habana Vieja. El portal CubaDebate publicó hace un año un artículo del periodista Osmany Torres: “El fútbol en Cuba: un áspero camino por recorrer”. El autor escribe que “sólo aquellos que han pisado un terreno de fútbol en Cuba o al menos han llegado a uno de sus estadios saben lo difícil que resulta jugar satisfactoriamente en las canchas del país...”.
Su nota alentó una discusión sobre el papel que juega hoy el fútbol en la sociedad cubana. Un florista opinó que “es el único deporte verdaderamente masivo que puede haber en Cuba, por lo barato que es (una pelota y cuatro palos sirven para que 10-20 personas se diviertan), puede ser más masivo que el béisbol entre nuestros muchachos, entonces habría que fomentar la práctica más seria del deporte en la base de la pirámide deportiva”. Otro mensaje abogaba por la coexistencia pacífica entre el béisbol y el fútbol: “No quiero entrar en el debate fútbol-béisbol en Cuba porque es absurdo, porque los dos pueden coexistir sin necesidad de destruirse, pero si hay que priorizar alguno, prefiero el de resultados, cantera, infraestructura, logística y talento a uno que no tiene nada...”.
El seleccionado cubano Sub- 20 acaba de clasificarse para el Mundial de Turquía. Lo consiguió tras ganarle un partido clave a Costa Rica en Puebla, México. Es un hito histórico, comparable en sentido inverso a la eliminación de Argentina y Brasil. La primera que se da en simultáneo en los 51 mundiales de todas las categorías disputados hasta ahora. El equipo juvenil de la isla, con todo, obtuvo un pasaporte que la selección mayor lejos estuvo de conseguir. En las Eliminatorias para el Mundial de Brasil, los cubanos quedaron últimos en su grupo preliminar detrás de Honduras, Panamá y Canadá y se despidieron del torneo con un empate y cinco derrotas, un solo gol a favor y diez en contra.
El desempeño refleja el bajo nivel de la competencia interna, un torneo nacional que reúne a todas las provincias del país. A ello se suman las repetidas de-serciones azuzadas por el status de inmigrantes privilegiados que les da Estados Unidos a los cubanos y que le han restado mejores posibilidades al equipo nacional. En Canadá, en octubre pasado, cuatro integrantes del plantel más el psicólogo abandonaron la delegación con un destino previsible: Miami. Allí vive el núcleo duro de asilados que por todos los medios intenta desestabilizar a Cuba desde hace más de cincuenta años.
Son dos caras de un mismo deporte, incipiente y rudimentario, con un sistema estatal que a Cuba le dio muchas satisfacciones en otras disciplinas. La FIFA publicó el jueves pasado un comunicado donde felicitó al país por su clasificación al Mundial de Turquía y destacó que la inversión de 5,1 millones de dólares en el fútbol local rindió frutos. Esa es la suma que la federación internacional dice haber aportado desde 1999 “a través del Programa de Asistencia Financiera, los Proyectos Goal 1 y 2, y la iniciativa ‘Ganar en Concacaf con Concacaf’, la cual ha facilitado la provisión de equipamiento y de expertos”.
La base está, aun con las dificultades que se plantean en un país que apenas jugó un mundial, el de 1938. La televisión y el poderoso influjo que genera el fútbol a su alrededor aumentaron la aceptación que tiene en la isla. Se percibe en las calles, las universidades y los centros de entrenamiento como la ciudad deportiva de La Habana. Quizá se cumpla algún día aquello que le dijo Fidel Castro al periodista italiano Gianni Minà el 28 de junio de 1987: “Realmente los cubanos debiéramos haber sido futbolistas porque fuimos colonia española. Y los españoles no jugaban béisbol, jugaban fútbol. Creo que es el resultado de la influencia norteamericana y el prestigio de las grandes ligas, la gran publicidad”. En Cuba también se consume ahora otro producto deportivo. El fútbol y su marketing arrollador, con la Champions League y las principales ligas de Europa y Latinoamérica, ya pelean palmo a palmo con las Grandes Ligas de ese juego que los argentinos entendemos muy poco.
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