DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
En este triste receso, sin nostalgias por reciente fútbol disfrutable, más bien con la memoria puesta en que desde el juego, desde lo institucional, desde lo cultural, desde el estamento que se quiera, la actividad pasa por uno de sus peores momentos, si no el peor, el permanente mensajeo respecto de llegadas y partidas de casi todos los clubes, como si las instituciones fuesen aeropuertos y los futbolistas aviones, pareciera hacer olvidar el quebranto financiero y económico de casi todo lo que circunvala la actividad. Las deudas astronómicas de prácticamente todas las instituciones –por ejemplo, en Independiente se reconoce una cercana a los cuatrocientos millones– parecieran ser obviadas por el supuesto “todo pasa” y alegremente se hacen permanente referencias a las quejas de dirigentes y entrenadores por la demora en la contratación de refuerzos para el próximo torneo. Es que ni por las tapas les alcanza a quienes manejan los números la enorme erogación que hacemos todos los argentinos a través de Fútbol para Todos. Pareciera entonces que nunca se sabrá quién o quiénes se harán cargo de estos “pagadioses”, por obligaciones de quienes no se obligan a nada. Porque son de amianto.
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