DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Para satisfacción de quienes querían más rating televisivo –antes Fútbol de primera, ahora Fútbol para todos–, a partir de las tribunas vacías, Racing y San Lorenzo jugaron sin público. Ni local, ni visitante.
Pareciera que con solamente esta determinación se emparcha lo que está irremediablemente hecho pedazos, que es la posibilidad de que no solamente se juegue razonablemente bien, sino que quienes no tenemos nada que ver con las organizaciones delictivas apañadas por dirigentes, políticos, fuerza de seguridad, algunos comunicadores –o, por lo menos, que presumen de tales–, entrenadores, futbolistas y demás personajes cuyo deporte favorito pareciera ser mirar para otro lado, podamos ir a un estadio sin riesgo de vida.
Los “okupas” del fútbol lo han hecho –okupar lo que no les es propio– no porque no tengan donde vivir, sino para vivir del laburo de los demás. Son los fiolos de estos tiempos que progresivamente han hecho cambiar las costumbres de la sociedad futbolera de buena leche. Son los que miran los partidos de espaldas cuando no se cagan a tiros entre ellos en cualquier lugar o circunstancia.
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