La procura de medallas olímpicas fue el correlato deportivo de la Guerra Fría entre el Este y el Oeste. El programa sistemático de doping de la Alemania Democrática quedó finalmente expuesto tras la caída del Muro de Berlín, después de décadas de sospechas, pero en esa guerra de oro, plata y bronce la Alemania Federal no se quedó atrás. Una propuesta insólita para competir en natación con atletas a aire comprimido estuvo muy cerca de ponerse en marcha.

El profesor Gerhard Treutlein, de la Universidad de Heidelberg, reveló ayer que en la década del ’70 el deporte alemán occidental consideró seriamente la posibilidad de bombear aire en los intestinos de sus nadadores a través de sus anos y rectos, para mejorar su posición en el agua y aumentar sus chances de lograr éxitos. Las nadadoras de Alemania Oriental lograron cantidad de medallas en esa disciplina en base a doping con hormonas masculinas, lo que creó entre ellas no pocos problemas de identidad sexual.

La propuesta de bombeo contaba con aprobación de entrenadores y dirigentes y siguió al reconocimiento de la Alemania Oriental por parte del Comité Olímpico Internacional. Durante su presentación en la conferencia Play the Game sobre juego limpio en el deporte, que se lleva a cabo en Aarhus (Dinamarca), Treutlein mostró evidencia que involucraba al gobierno occidental: “Es inevitable si queremos mantenernos en la carrera entre los mejores en el mundo del deporte”, afirmó en 1976 un representante del Ministerio del Interior. “El derecho de los atletas a decir sí o no no parecía un tema importante. Quizás ése siga siendo el caso”, comentó el catedrático.

Las nadadoras orientales pasaron de ganar dos medallas de oro en México 1968 a lograr once en Montreal 1976 y en Moscú 1980; los nadadores occidentales sólo lograron dos medallas de bronce en 1976. “El problema es que todos esperan medallas –coincidió el experto–. Si el doping hubiera sido sólo producto de la lucha Este-Oeste, habría terminado con la unificación alemana; pero el circo sigue adelante.”