DEPORTES
› OPINION
Si elegís no mojás
› Por Diego Bonadeo
Eran los tiempos en que El Gráfico era El Gráfico. Antes de que la criptocultura premenemista –claro, era promediando la década del sesenta– de Carlos Fontanarrossa, con la anuencia empresarial del importador de Mercedes Benz para discapacitados Constancio Vigil (nieto) y su primo Aníbal, malversaran el legado del abuelo creador de La moneda volvedora y El mono relojero, convirtiendo la revista en apenas una burda caricatura de frivolidad.
Eran los tiempos en que esperábamos los cincuenta y dos viernes del año la aparición de El Gráfico quizá con Adolfo Pedernera, Oscar Alfredo Gálvez, Alfredo Yantorno, Alberto Triulzi o Clodomiro Cortoni en la tapa. Por aquellos tiempos, uno recuerda todavía por estos tiempos, apareció un reportaje a De Zorzi –no el “fulbá” de Boca pareja de “Perico” Marante– otro, quizá el hermano de aquel, uno cree recordar que rosarino.
Aquel De Zorzi fue fotografiado con todas las camisetas que vistió. Eran un montón. Toda una excentricidad para aquellos años de cuasi monogamia futbolística.
Muchísimos años después, ya promediando los noventa, la tarde en que Gimnasia le ganó seis a cero a Boca en la “Bombonera”, el “Beto” Márcico –ya en Gimnasia– le cambió la camiseta a Alphonse Tchami. El fraccionador de bidones y por entonces técnico de Boca, Carlos Bilardo, escandalizado, dicen que mandó “tijeretear” la ofrenda de Márcico a Tchami.
A raíz del episodio, varios ex adversarios del alquimista, ahora técnico “part time” en Estudiantes, en especial cuando jugaban contra el equipo que entonces entrenaba Osvaldo Zubeldía, recordaban que mal podría aceptar Bilardo cambios de camisetas, ni sus oponentes proponérselo, porque después de los partidos, quienes lo habían enfrentado, lo buscaban para otros menesteres, más cercanos al pedido de explicaciones, que al trueque de indumentaria.
Ahora la FIFA dispuso que los jugadores que al final de los partidos concreten el cambio de camisetas deberán ser amonestados. Uno entonces debiera suponer que Blatter, Grondona y Asociados siguen los dictados y las recomendaciones del alquimista. Que como diría José María Muñoz “estas cosas le hacen mucho mal al fútbol”. Como si no fuese mucho más hipócrita y cínico que futbolistas de todo el mundo se besen la camiseta –la que sea, total– cada vez que hacen un gol, cuando anteayer besaban otra y mañana otra distinta. Besar a todas es como besar a cualquiera. Poligamia berreta. O como dice el filósofo Norberto Verea “si elegís, no mojás”.