DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
La Real Academia Española define la metamorfosis –Kafka mediante– como “transformación o cambio profundo”, y como ejemplo agrega “la metamorfosis de su ideología ha sorprendido a todos”.
Uno no encuentra en cambio una definición concreta para “converso”.
Por estos tiempos –es razonable suponer que por otros tiempos también–, por dinero, por poder, por amor (¿por qué no?), por conveniencia, en todos los órdenes de la vida, se han dado innumerables casos de seres humanos que, por decirlo en términos del mejor juego y que más nos gusta (aunque se juegue cada vez peor), cambian de camiseta.
Algunos, como algún relator, definen esa actitud como “consumir batracios”. Otros, simplemente y volviendo al juego, arrancan ideológicamente en el “fútbol-alegría” y terminan flagelándose con fingido placer en el “fútbol-angustia”.
Luis Miguel Hinojal Morales, un compañero colega español con quien uno tiene el placer de compartir cibernética elemental a partir del correo electrónico, además de recordar palabras entrañables de Xavi y de Pep Guardiola para con el recuerdo del recientemente fallecido entrenador Luis Aragonés, escribió una semblanza del técnico antecesor de Vicente Del Bosque a cargo de la selección española. El que sigue es el texto completo de Luis Miguel:
“En realidad, Luis era un converso. Seguramente (Angel) Cappa recordará bien un partido de la primera jornada de la Liga ’92/’93. En el Manzanares, el Tenerife le pegó un baile bárbaro al Atleti (que acabó ganando 3-2 con un culo descomunal). Quedaban pocos minutos y entre Luis Aragonés (foto) y su delegado se dedicaron a lanzar balones desde el banquillo al césped para obligar al árbitro a detener el juego en pleno acoso del Tenerife... Una bilardeada de tercera categoría. Años después, el viejo cambió. Se olvidó de predicar el contragolpe y, nadie sabe muy bien por qué, tuvo el ojo clínico y el buen gusto necesario para empezar a darle a la selección española una identidad que nunca había tenido. Mandó a la mierda a la prensa y al músculo, y apostó a esos locos bajitos como Xavi y compañía”.
Afortunadamente quedan algunos pocos –aunque probablemente más de los que nosotros y “ellos” creamos y crean– que arrancan de la casetera, pero luego disfrutan de la pelota. Son los conversos “para bien”. Y para el bien.
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