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› INDEPENDIENTE LE LLENO LA CANCHA DE VOLANTES, PERO...
River se lo ganó de medio a medio
El equipo de Pellegrini tuvo más fútbol en la mitad del campo y por eso pudo definir el partido a su favor, transformando el resultado en goleada, con tres tantos de Fernando Cavenaghi –uno de taco– y uno de Daniel Montenegro. Descontó Marioni sobre el final.
Como la Copa Sudamericana la organiza la Conmebol y no la AFA, y Avellaneda no es la Capital, donde la Policía Federal no puede controlar espectáculos deportivos por orden de juez Mariano Bergés, Independiente y River pudieron jugar pese a la ley seca que impera en el fútbol. Pero el equipo de Núñez jugó mejor y se llevó una invalorable victoria 4-1, una goleada preciosa de cara a la revancha, el 8 de octubre.
River lo ganó porque resolvió con mayor practicidad el amasijo en que se transformó el partido, rebosante de mediocampistas. Ambos equipos propusieron un esquema parecido, un 4-3-2-1 arracimado que en la práctica se traducía en cinco volantes por bando. Pero la diferencia que terminó inclinando la cancha estuvo no en las funciones sino en los apellidos.
Oscar Ruggeri debe entender por qué decidió plantear el partido como local con tres volantes de marca –Zurita, Vigna y Quinteros– dejando tres delanteros en el banco (Calderón, Castillo y Calderón). Los primeros minutos mostraron un indicio: Vigna seguía de cerca a Ludueña por la derecha, Zurita se acercaba a Montenegro por izquierda.
Pero más arriba, Hugo Morales debía resolver en soledad eterna, cuando no se asociaba Giménez –y lo hacía esporádicamente– mientras Marioni batallaba solo contra la línea de cuatro de River.
El tamaño de los volantes del visitante, de mejor manejo de la pelota, se chocaba con la morosidad en el traslado y la intención de cerrar el ataque, en lugar de abrir la cancha.
Desde el comienzo River se mostró algo superior dentro de un encuentro cortado y con fricción, pero cuando Cavenaghi se decidió a ir de punta y Virviescas mostró cómo se abría el panorama por la raya, llegó la apertura, a la media hora exacta de juego. El impecable centro del colombiano encontró la cabeza desmarcada del delantero, que puso la pelota en el ángulo de Islas.
Hasta ahí, lo único que había mostrado Independiente había sido un remate de Giménez desviado muy cerca del palo, y un clarísimo penal de Vivas a Olarra que Madorrán ignoró. Pero con el 1-0, el local perdió las marcas, se soltaron Coudet, Ludueña y Montenegro y el ex Huracán, con un enorme despliegue, pasó a marcar el compás del partido, antes de marcar el segundo tanto de la noche.
Lucho González le robó con astucia una pelota al alicaído Vigna y habilitó a su compañero, que encaró en diagonal hacia afuera para eludir la carga de Franco, y ante la salida de islas definió seco, bajo, cruzado, al segundo palo. Un golazo que valió la velada.
Ruggeri seguía más enojado por el penal no cobrado por Madorrán que preocupado por el desempeño del equipo, al que no consiguió hacer reaccionar con el ingreso de Damián Manso en el complemento, para acompañar a Morales, adelantando a Damiani, pero dejando en el banco a los tres delanteros que tenía. Inexplicable. Calderón y Castillo entrarían en juego cuando el resultado ya se transformaba en humillación.
Aunque con Manso en la cancha la asimetría entre ambas líneas medias se redujo, River continuó imponiendo el ritmo y no extrañó que llegara el tercero, una habilitación de Ludueña a Cavenaghi, otra vez libre entre los centrales, que el goleador definió cruzándola ante el achique de Islas, casi como en el segundo tanto.
El cuarto gol, de taco tras una habilitación de Coudet, graficó la ventaja futbolística y anímica que había sacado un equipo al otro.
Sobre el final el visitante aflojó, acaso más de lo necesario, y le regaló la pelota a su rival, que con amor propio se acercó a Costanzo pero sin demasiada justeza. Marioni clavó, con un zurdazo fenomenal pisando la medialuna, el descuento que permitió salvar cierto honor. El mismo que Ruggeri quiso cuidar hasta el exceso desde el mismo arranque.
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