DEPORTES › LOS HINCHAS DE BOCA COPARON LA BOMBONERA
Había hambre de fiesta, lo que quedó reflejado con la convocatoria, pero desde el campo de juego les devolvieron poco. No les quedó otra que retirarse del estadio masticando bronca y haciendo cuentas para la revancha.
› Por Facundo Martínez
No hubo caso. Pese al espectacular marco que le dio una Bombonera repleta, en la que no cabía un alfiler y el aliento fue una constante, el primer superclásico por las semifinales de la Copa Sudamericana estuvo bastante por debajo de las expectativas. El juego fue trabado y muchas veces impreciso, las situaciones de gol llegaron con cuenta gotas y por eso no terminó siendo injusto el empate sin goles en esta primera mitad de la serie que se definirá en próximo jueves en el Monumental.
En el arranque, Boca eligió hacer las cosas simples y no dejarse avasallar por el mediocampo de River. Así buscó controlar la pelota apoyándose en la sobria labor de Erbes, Gago y Meli, que elegían jugar la pelota segura a un compañero y no regalarla. Con eso le alcanzó para desorientar al tridente ofensivo millonario, que por momentos se desconectaba de los volantes, obligando a Ponzio a buscarlos con pelotazos.
River trató de compensar las falencias del comienzo, donde las macanas parecían estar al orden del día, realizando una buena presión sobre los delanteros xeneizes, a quienes por lo general les costaba acomodarse y mucho más encontrar espacios como para darle algún susto a Barovero. River pudo acumular algunos méritos luego de encontrar la fórmula para recuperar la pelota rápido. Sin embargo, al equipo de Gallardo le costaba horrores imponer su sello. Insistía atacando por la franja derecha, buscando la sociedad entre Mercado, Sánchez y Pisculichi, pero tanto Gago como Colazo tenían una noche aceptable junto al Cata Díaz y le cerraban el paso. Así, tanto el colombiano Gutiérrez como Simeone entraban poco en juego y terminaban peleando más que lo que jugaban.
El problema era que Boca tampoco conseguía tener peso ofensivo, y más allá de la voluntad de Chávez, a la que todo se reducía, no lograba acercarse seriamente al arco de Barovero. Es que con Martínez algo bajo por un golpe que lo obligó a dejar la cancha a los 30 minutos, le costaba avanzar por las bandas como para aprovechar los espacios que dejaba River atrás cuando, con más carácter que ideas, se le iba a la carga barraca. Esa intensidad que le planteaba la visita, a Boca le sirvió para terminar de convencerse de que sus oportunidades iban a llegarle de contraataque. Por esa vía estuvo cerca Gago, quien intentó sorprender a Barovero con un remate desde afuera del área, pero el arquero controló casi sin esfuerzo. Para el final de la primera parte, Boca ya no era el del inicio y el conjunto millonario aprovechaba el bajón para ir soltando amarras. El despliegue de Rojas y Vangioni, a quienes se les sumaba Pisculichi, tras cambiar posiciones con Simeone, contribuyó a mejorar un poco el juego de ataque de River, que por la franja izquierda conseguía ser un poco más punzante.
La tensión acumulada a fuerza de faltas que se repetían aquí y allá explotó a los 40 minutos cuando, en plena reacción de Boca, una seguidilla de patadas alevosas recalentaron el partido. Hubo amontonamiento y empujones. Los hinchas, eufóricos, pedían paliza, pero el árbitro Silvio Trucco manejó bien el asunto y enfrió todo mostrándole una amarilla a Ponzio.
En la segunda parte, el reloj les jugó en contra a los locales. Las imprecisiones ganaron terreno y River encontró los espacios que se le habían negado antes. Sin embargo, salvo un cabezazo de Díaz, tras un tiro libre de Colazo, y buen avance de Teo que no definió bien, los arqueros no pasaban sobresaltos.
Los hinchas también miraban el reloj y se impacientaban y les pedían a sus jugadores que pusieran un poco más de garra para ganar el partido. Pero Boca necesitaba, más que aliento, que Calleri apareciera en algún momento de la noche o que luego el ingresado Gigliotti se pusiera otra vez la ropa de salvador. Pero el único que a esta altura proponía algo era Gago, que en el toque final no podía con Barovero. A decir verdad, tampoco terminó siendo decisivo el ingreso de Boyé para el conjunto millonario. Es que con la mayoría de sus jugadores exhaustos y con Teo más preocupado por empujar rivales que por jugar, River terminó sintiéndose cómodo con la igualdad. Y a los hinchas no les terminó quedando otra que retirarse del estadio masticando impotencia.
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