DEPORTES › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
Mientras a través de prácticamente todos quienes lo integran, el mundillo del fútbol convoca desde hace varios días –prácticamente desde antes de que finalizara esa parodia de juego que fue el 0 a 0 del jueves de la semana pasada– a lo que hoy será el desquite de aquel bochorno, pareciera que una vez más no es importante la seguridad de nadie, ni la de los socios pacíficos de River que debieron soportar nuevamente (tal como sucedió años atrás en lo que se dio en llamar “la batalla de los quinchos”) a los asociados ilícita y cobardemente detrás y debajo de la bandera de los Borrachos del Tablón, a los que impúdica y patéticamente se insiste en filmar, televisar, fotografiar y, por lo tanto difundir; ni, tampoco, la de los jugadores, expuestos como lo fue el Burrito Martínez ante la infracción descalificadora de Leonel Vangioni con la complicidad del referí Silvio Trucco.
Es que no hay agallas suficientes que lleven ni a quienes cuentan, ni a quienes deciden, a promover el boicot. Para preservar la salud y la seguridad de quienes no van en nada de los varios negocios que circunvalan los partidos o los recitales, y para preservar también la salud y la seguridad del juego.
¿Qué garantía hay de que el partido de hoy no tenga en las tribunas a los delincuentes de siempre y en la cancha a quienes repitan las violencias e ineptitudes de una semana atrás?
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