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No alcanza ni para empezar
Por Diego Bonadeo
Dicen quienes saben o, por mejor escribir, quienes dicen saber, que octubre será el mes de inflexión, porque este mes se decidirá a mano alzada la reelección de Julio Grondona como sultán vitalicio de AFA, Torneos y Competencias S.R.L. Como si pudiera ponerse en duda la continuidad del corralonero de Sarandí. Como si pudiera ponerse en duda la continuidad de la sociedad hasta el 2014, a menos que truene algún escarmiento.
Y dicen quienes dicen saber que, por todo esto, la inflexión de octubre está íntimamente ligada a todo lo que, desde los incidentes de Boca-Chacarita para acá, significó un eslabonamiento de circunstancias, que para los distraídos no fue más allá de la suspensión temporaria del fútbol durante dos semanas. Suspensión que, por otra parte, no le llegó a los partidos por la Copa jugados entre equipos argentinos, en territorio nacional, con prevención y seguridad a cargo de las mismas fuerzas que por disposición del juez Mariano Bergés estaban impedidas de dar prevención y seguridad a los partidos del torneo local.
Solamente a los sinvergüenzas les puede satisfacer el argumento de la organización de la Copa por parte de la Confederación Sudamericana, como si su presidente, el paraguayo Nicolás Leoz, o su secretario –y palafrenero de Grondona–, el argentino Eduardo de Luca, como sustitutos del ministerio público de los argentinos, pudieran disponer de nuestras cuestiones de Estado, como de alguna manera estos asuntos de la violencia, reaparecieron en el escenario nacional como tales.
Aparte de “tocar el pianito” –con un dedo solo, casi como Richard Clayderman o Marianito Mores– y “soplar la bolsita” en prevención de antecedentes policiales o de escabio desmedido, ¿qué cambió desde Boca-Chacarita? Que hay barrabravas presos, que hay oficiales de la policía sospechados de encubrimiento, que Armando Capriotti –la versión gramaticalmente correcta de Luis Barrionuevo– fue llevado detenido en el entretiempo de Chacarita-Banfield, que se discute la quita de puntos.
No alcanza ni para empezar.