Dom 26.10.2003

DEPORTES

Hace 70 años, Garrincha iniciaba un vuelo popular

Sobre los márgenes de la cancha y de la vida, Garrincha escribió impresionantes historias del fútbol y de su propia vida. Nació y murió en la miseria. Fue dos veces campeón mundial, para “alegria do povo”.

› Por Juan José Panno

Garrincha, hijo de su padre y de su hermana mayor, nació en la miseria, en Pau Grande, a 100 kilómetros de Río de Janeiro, el 23 de octubre de 1933. Un par de días después, hace hoy 70 años redondos, lo bautizaron como Manoel Francisco do Santos, aunque el mundo del fútbol lo conoció como Mané primero y Garrincha después. Poliomielítico de nacimiento, tenía el pie derecho 6 centímetros más chico y las piernas curvadas, como entre paréntesis. Era un “alejaidinho”, como le dicen en su país a los que se automarginan para no tener que soportar ni las miradas compasivas ni las bromas. Cuando años después se convirtió en uno de los personajes más famosos del Brasil y las mujeres caían a sus pies trató de olvidar que se había casado a los 15 años con la primera mina que le dio un poco de bolilla; que en el equipo del Pau Grande le pagaban chirolas por gol y que cuando se fue a probar al Fluminense, el DT dijo que no admitía tullidos.
Ya grandecito, probó fortuna en el Botafogo en un entrenamiento del plantel profesional. En la primera pelota que tocó le hizo un caño a Nilton Santos; en la segunda le hizo otro. Al final de la práctica el mismo Nilton Santos salió corriendo para decirle al presidente que lo fichara mientras Garrincha corría detrás de su ídolo para pedirle disculpas por el atrevimiento de haberle tirado dos caños. Con 22 años jugó contra Chile, el primero de los 60 partidos internacionales que disputó con la selección brasileña y de los cuales sólo perdió uno, contra Hungría en el ‘66.
Al Mundial del ‘58 fue de suplente y como tal, en la gira previa, jugó sólo los minutos finales de un amistoso contra Fiorentina. Con el marcador 3-0 en favor de Brasil, se gambeteó a cuatro o cinco italianos y quedó cara a cara con el arquero, se frenó de golpe y, en vez de tocar a un costado y convertir, esperó algunos segundos que hicieron pensar en la eternidad. Mientras sus compañeros y el técnico se desesperaban gritándole “chuta, chuta”, decidió mandar la pelota a la red por entre las piernas del arquero. Cuando el técnico, el gordo Vicente Feola, le recriminó por qué no había pateado antes, Garrincha respondió desde su lógica: “El arquero no abría las piernas”.
Por eso, y porque los absurdos informes psicotécnicos de un tal Mario Carvalhaes no lo favorecían, en el debut de Brasil el wing derecho fue Joel y no Garrincha. Brasil le ganó a Austria, Joel mantuvo el puesto, Brasil empató con Inglaterra y entonces Didi y Nilton Santos lo encararon al entrenador y le dijeron: “Si vinimos a ganar el Mundial tienen que jugar Garrincha, Zito y Pelé”.Y jugaron.
En pleno festejo por la obtención del título, Garrincha preguntó sorprendido por qué sus compañeros festejaban tanto; cuando le respondieron, volvió a preguntar: “¿Cómo? ¿Y la segunda rueda?”. Vivía en otra dimensión el tipo. En la Copa del Mundo siguiente, en Chile, tomó la posta de Pelé, a quien habían acribillado a patadas, y la rompió. Además de hacer lo que hacía siempre –amagar por adentro, desbordar por afuera y tirar el centro– metió goles de cabeza, de tiro libre, de derecha y de zurda En la final, los checoslovacos, dispusieron a tres hombres escalonados para anularlo y Garrincha no la tocó, pero quedaron demasiado libres Amarildo, Zito y Vava y Brasil ganó 3-1 con facilidad. Garrincha jugó varios años más hasta que el alcohol y el desengaño amoroso con la cantante Elza Soares lo fueron alejando de la raya, de la cancha, de todo. Murió en enero de 1983, sin dejar herencia a ninguno de sus 13 hijos nacidos de cuatro matrimonios y un entrevero con una sueca. Fue un jugador único, incomparable, inolvidable, la alegría del pueblo.

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