DEPORTES › DIEGO MARíN VERDUGO, DOCUMENTALISTA CHILENO
› Por Gustavo Veiga
@El Mundial de Brasil y la Copa América que acaba de terminar son como un viaje de ida y vuelta en la vida del documentalista chileno Diego Marín Verdugo. Hijo de periodistas, su madre, Patricia, fue una prestigiosa investigadora, incluso durante la dictadura de Pinochet, y su padre, Edgardo, se dedicó a analizar el deporte en la prensa gráfica. Su abuelo materno militaba en la Democracia Cristiana y murió bajo torturas durante el régimen militar del ’73. Formado en la escuela de cine de San Antonio de los Baños, Cuba, estuvo en Buenos Aires para la presentación de su película En nombre de la Copa en el Festival de Cine y Derechos Humanos. El trabajo de 83 minutos que se estrenó en Chile un día antes de que comenzara la Copa América habla de otra Copa: la de 2014. Pero la relación inevitable entre los dos torneos lo llevan al director a buscar analogías una y otra vez. Las que más le interesan a él son políticas, sociales y económicas.
–Fuimos a Brasil a finales del 2012, principios del 2013 con la idea de hacer una serie de reportajes para Telesur. Eran tres capítulos en los que íbamos a abordar el Brasil contemporáneo, el Brasil potencia emergente y que al mismo tiempo no sabemos qué dirección va a tomar. Si va a profundizar su camino hacia el socialismo o va a transformarse en un nuevo poder hegemónico imperial de la región.
–No, para nada. Pero ocurrió que llegó la Copa de las Confederaciones, ésa que se celebra un año antes de las Copas del Mundo y la gente salió a la calle. Nosotros nos sentíamos un poco extraños. Y uno no se quiere apropiar de la historia, sino ser un vaso comunicante entre la gente y los hechos. Cuando Brasil reventó salieron miles de personas a la calle a desafiar el estereotipo de ellos mismos.
–Los brasileños me habían contado que para las Copas del Mundo, cuando su selección jugaba fuera del país, las calles ardían, estaban llenas de banderas y eran una fiesta como si el Mundial lo jugaran de local. Yo estaba esperando ese Brasil y, cuando de repente la gente salió a las calles en 2013, rompió con esa imagen que nosotros consumíamos de ellos, como un pueblo alegre... De repente empezó a aparecer un Brasil digno, un Brasil que decía: nosotros somos mucho más que eso y estamos cansados de esa imagen. A mí me pareció sorprendente.
–El documental no se hace cargo de la parte previa. Arranca el día uno del Mundial. El 80 por ciento de la gente a la que le preguntábamos en la calle quería que Brasil perdiera, que no fuera coronado en ese momento ajeno a ella. Que un elemento tan emblemático del deporte mundial pudiera agrietar tanto el modelo, me pareció una metáfora genial de lo que está ocurriendo hoy en todos los niveles.
–Lo primero y muy sorprendente fue que los conductores de noticieros o especialistas parecieran sorprendidos. Porque todos sabemos que todos sabíamos. Y que los formadores de opinión, estos rostros de las cadenas televisivas que generan y crean confianza en la gente y venden productos huevones basándose en esa confianza, se hicieran los sorprendidos sobre cuestiones que tenían superclaras.
–En que el descontento generalizado de la población hacia la clase política empresarial es maravilloso, como no había ocurrido antes. Ese clima se vio amenazado por la Copa América, que es un bálsamo, como siempre lo ha sido. Pero es pan y circo duro y llega la FIFA diez días antes de que comience el torneo a recordarnos que esa fiesta que podía ser el bálsamo, no es tan fiesta. La Copa América en Chile no fue como la reflejan los medios.
–El hincha de Copa América, de la selección, no es el hincha del fútbol de fin de semana. El hincha del fin de semana no tenía dinero para entrar a los partidos de la Copa América. Es un hincha que tiene otro nivel de pasión, de entrega, este de la Copa es más público espectador. No se sabe si está viendo una ópera o un partido de fútbol, y se suma eso a que la gente en Chile está desencantada. Entonces, eso nos hace volver a razonar sobre Brasil 2014 y Chile 2015. Estamos viviendo en un espiral de dignidad y conciencia. No queremos comernos esa papilla que no están dando, que ya vimos que nos hace mucho daño, que ya vimos que no nos hace crecer como sociedad.
–Yo confío en la recuperación del fútbol como expresión de los pueblos, de sus identidades, del juego y la creatividad. Hay una relación consumidor-mercado en el fútbol que ya no funciona. Se está mostrando como un modelo agotado, como cuando hablamos de modelos económicos. El fútbol también es un espacio de lucha, un escenario más dentro del que hay un enfrentamiento que debe intentarse hacer desde los pueblos, desde la honestidad, desde lo económico, que nos volvamos a encontrar, que el fútbol vuelva a ser como cuando llegó a Chile y me imagino que en Argentina fue igual, cuando convivían equipos de la aristocracia con equipos de los obreros y se juntaban los domingos. Y había una sensación de igualdad que se vivía en los campos de juego, en que un obrero podía pegarle una patada a un rico. En el fútbol también se puede dar una lucha contra el capitalismo también.
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