Dom 09.11.2003

DEPORTES  › ASI SE LLAMA EL CLUB DE FUTBOL DE VETERANOS QUE DIEGO MARADONA PATROCINA EN CUBA

Villa Fiorito queda en La Habana

Un exiliado argentino bautizó al club con el nombre del barrio donde nació hace 43 años el astro, presidente honorario de este Fiorito caribeño que intenta sembrar la semilla del fútbol allí donde crecen el béisbol y el boxeo. Por supuesto, las camisetas son de color azul y oro.

Por Gustavo Veiga y
Martín Mendizábal

Villa Fiorito queda en la provincia de La Habana. No es un arrabal del postergado Gran Buenos Aires, aquel que se pierde en la hediondez del Riachuelo. Tampoco se trata de un municipio cubano. Allí es, lo que debe ser: un club de fútbol. Una idea plasmada como tributo al jugador más grande que dio la historia, Diego Maradona. En la tierra de José Martí, un grupo de veteranos, entre quienes se cuenta un argentino exiliado en los años ‘70, tomó el nombre del barrio donde nació su ídolo y hasta consiguió una cancha en Guanajay. En ese escenario se disputó el primer torneo para veteranos (seniors, en Cuba), que contó con el padrinazgo de su nuevo presidente honorario, el propio Diego. Como podía suponerse, el Fiorito caribeño incorporó los colores azul y amarillo. Dieciséis camisetas de Boca, pelotas, trofeos y medallas, todos donados por el homenajeado, ya tienen sus dueños. Son cubanos entusiastas que, en el país donde cautivan desde hace décadas el béisbol y el boxeo, intentan sembrar la semilla del fútbol. Quedaron tan encantados con la primera “Copa Diego Maradona” que ya van por la segunda, esta vez, en reconocimiento al natalicio del ex futbolista. Por eso, entre el 30 de octubre y el 30 de marzo del 2004 han decidido repetir la experiencia en todas las categorías. El club Villa Fiorito, aunque no se lo proponga, ya dio un paso para convertirse en la cuna de otros cebollitas, tan cubanos como Fidel y Compay Segundo. “Para los fieles, vengan tarde o temprano, guarda Cuba todo su amor.” La frase de José Martí, poeta y revolucionario nacido en la capital de la isla, acaso resulte insignificante para cualquier extranjero hasta que conoce su tierra. Puede dar fe de ello Basilio Mazor, un argentino que por ser militante activo de la Juventud Peronista en la ciudad bonaerense de Pergamino tuvo que emigrar y se exilió en Cuba en julio de 1973, durante los convulsionados días previos a la renuncia presidencial de Héctor Cámpora.
Desde su llegada, el gobierno de Castro le brindó protección al denegar los reiterados pedidos de la última dictadura militar para su deportación. En esa época, a este pergaminense que jugó en su juventud como lateral derecho en Argentino, Racing y Provincial de su ciudad natal, el Estado cubano le ofreció un trabajo. “Yo pedí que fuera en el fútbol, porque fue lo que más practiqué desde que había largado la escuela primaria, sentí que era la elección más digna”, confiesa hoy Mazor, un hombre serio de 54 años y mirada nostálgica, además de padre de dos hijas cubanas: Ivis Nelly, de 22 años y Glorieth de 15.
A través del Instituto Nacional del Deporte, Educación Física y Recreación (Inder), Mazor conoció a Juan Lotina, el entonces comisionado provincial de fútbol en La Habana, quien lo envió a un curso de capacitación que le permitió obtener el título de instructor de fútbol. Desde ese momento, el militante argentino quedó vinculado con su deporte preferido, pero de escaso arraigo en la isla. Esta situación no le impidió tener una destacada actuación: se desempeñó como árbitro durante una década y pasó desde la categoría “Infantiles municipales” a integrar una terna arbitral de la liga nacional. “En el año ‘89 dejé de pitar por mi miopía... me veía fulero con mis espejuelos”, cuenta ahora uno de los fundadores del pintoresco club Villa Fiorito.
Como entrenador, Mazor ejerce desde fines de los años ‘70 en la provincia Habana, la única en toda la isla que cuenta con 19 municipios. Uno de ellos es el de Mariel, que trascendió a través de Hollywood por la película Scarface, en la cual Al Pacino es un cubano convicto y balsero que viaja a Miami. Los millones de habitantes que no salieron por su puerto también lo conocen por una de las más grandes y productivas fábricas de cemento.
“Antes de contar cómo se creó el club, hay que mencionar el origen del grupo que hoy somos y que la base nació en la primera liga en que fue representada nuestra provincia”, aclara el pergaminense, un gustoso evocador de hitos históricos. Hoy, con un promedio de 46 años, integran elequipo de Villa Fiorito veteranos que jugaron en la liga cubana entre 1978 y 1981 como Juan Noa, Jorge Téllez, Alberto Buznego, Roberto Naviera, Agustín y Mariano Hernández. Además están los juveniles que siguieron a aquéllos, con Rolando Quicutis, el entonces líbero del equipo, a la cabeza. Una última generación de futbolistas, la misma que entrenó Mazor cuando tenían entre 12 y 13 años y que ahora pisan los 40, también se entretiene pateando una pelota en la canchita de Guanajay.
En marzo de este año, bajo la orientación del Inder de agasajar a los futbolistas retirados –nacida en el 2000, el año del arribo definitivo de Maradona a Cuba–, una Comisión Provincial organizó la primera Fiesta de Retiro después de haber transcurrido 25 años de la última que se le realizó a un jugador de la provincia Habana (el delantero Orlando “Paponga” Ortega). Allí se reencontró la mayoría de los veteranos de las tres generaciones que hoy, junto a Mazor, le dan vida a Villa Fiorito. Unos días más tarde se juntaron para planificar un partido desafío con unos veteranos residentes italianos. El club que le tributa su reconocimiento al barrio donde nació Maradona hace 43 años estaba a punto de tener su acta fundacional.
Uno que juega al fútbol
René Linares, un mulato de 46 años que se sumó a los picados en Guanajay, le contó al ex militante de la JP su vínculo con Diego: “Cuando llegó a la Pradera, yo estaba haciendo un curso de gerencia y a través de un amigo, que era custodio de ese lugar, una noche me lo presentó diciéndole ‘Diego, éste es el único que juega al fútbol en el hotel. A partir de entonces, como yo soy gerente nocturno de ese sitio, cada noche que él regresa de jugar al golf, se queda charlando conmigo un rato largo’”.
Días después de esa confesión providencial, Mazor y Quicutis decidieron reunirse en la casa de este último para darle forma a una idea. “Debatimos entre formar primero un equipo y después un club o viceversa. Finalmente, definimos hacer esto último y llegó el momento de elegirle un nombre. Cuando le dije a Quicutis: vamos a ponerle Villa Fiorito, él me contestó: ¿Qué es eso?”, recuerda el ex vecino de Pergamino. Finalmente, en el acta fundacional de la flamante institución, sus creadores redactaron: “Atendiendo a los criterios y proposiciones emitidas por cada compañero, teniendo en cuenta la nobleza del fútbol y la humildad de pensamiento de los habitantes de una zona de la ciudad de Buenos Aires, se llegó a la conclusión general de colocarle como nombre al grupo: Club de fútbol Villa Fiorito, siendo el lugar de donde saliera el ídolo internacional Diego Armando Maradona.”
Eran las 9 de la mañana del 23 de marzo pasado. Y Villa Fiorito ya no quedaba ubicado solamente sobre un mapa del conurbano. Con la participación de catorce fundadores del municipio de Artemisa, nueve de Guanajay, dos de Mariel, tres de Caimito, dos de Bejucal y un total de 32 asistentes, Basilio Mazor Argento, el argentino radicado en Cuba desde hace tres décadas, expuso la idea de crear un club de veteranos mayores de 38 años teniendo en cuenta como objetivos centrales los siguientes: Reincorporar a los compañeros a la actividad deportiva; jugar para divertirse y que sirva para desarrollar el interés por el fútbol en aquellos municipios que se encuentran rezagados; que sirva como elemento social para atletas y espectadores. Se definió también que la sede deportiva sería el campo de juego de Guanajay, prestado por la Dirección Municipal de Deportes.
Los shorts de Diego
René Linares, el coordinador entre el club y Maradona, le llevó una fotocopia del proyecto al homenajeado y, a la semana siguiente, apareciócon la respuesta esperada: “A Diego le encantó y dice que da su apoyo”, comentó el mulato. Desde ese mismo instante, el ídolo se convirtió en presidente honorario del nuevo club. El 20 de abril, Maradona asistió al acto de lanzamiento y se le propuso jugar un torneo de verano que llevaría su nombre. El contestó: “Háganlo, que yo los respaldo”.
Durante el rato que el ex futbolista estuvo en Guanajay, ocurrió un hecho curioso: un espectador ebrio se puso a hacer comentarios pesados sobre Diego, hasta que se impacientó un policía que detuvo al personaje alcoholizado y, cuando se lo llevaba, el Diez le pidió al agente: “Dejalo que no molesta... cuando jugaba me gritaban cosas peores”. El vigilante no se conmovió y, pese al ruego de Maradona, llevó al borracho hasta la comisaría.
Mazor evoca que, cuando restaba un puñado de días para el torneo de veteranos, “estábamos reunidos con Diego en su casa de La Pradera y nadie se atrevía a preguntarle sobre los shorts azules que no habían llegado junto a las dieciséis camisetas de Boca para vestir al equipo del club... Hasta que Mario Socarrás se animó a proyectarse como lo hace un lateral como él: ‘Oye, Diego, no hay problema si el domingo, el día de la ceremonia inaugural, salimos a jugar con shorts rojos...’ El reaccionó con un ‘¿cómo?’, lo miró a Coppola y le dijo: ‘¡El domingo empieza el torneo, por favor! El viernes tienen que estar acá esos shorts’ y se volvió a Socarrás para explicarle: ‘Mirá, hay que salir a la cancha bien pitucos’”. El grupo de cubanos, desconcertado por la mención de ese porteñismo, entendió muy bien de qué se trataba unos días después. Cuando el club Villa Fiorito se presentó en sociedad, el equipo salió con la vestimenta completa. Maradona, orgulloso, lo estaba observando sin perderse detalle. Los cubanos vestidos de azul y amarillo salieron segundos, pero invictos, detrás del campeón, San Cristóbal, que recorrió 60 kilómetros desde la provincia de Pinar del Río durante cada fecha, para jugar por amor al fútbol. Y también, por un sandwich y la gaseosa, como en efecto ocurrió.

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