River se quedó con la Copa Luis Nofal al ganarle nuevamente a Boca, por la mínima diferencia, gracias a un penal convertido por Rodrigo Mora. En el segundo Superclásico del año, en esta ocasión en Mendoza y con un estadio repleto, el conjunto de Gallardo fue más ambicioso y terminó festejando por su búsqueda constante, a pesar de ciertas carencias. El ensayo de Leo Ponzio en la cueva dio buenos resultados. En cambio, el equipo de Arruabarrena, que tuvo un acertado debut del colombiano Fabra, no pareció cómodo con el 3-4-1-2 y volvió a exhibir anemia ofensiva.

Luego del bochornoso y violento encuentro disputado en Mar del Plata, los jugadores salieron al campo de juego más predispuestos a jugar que a las quejas. Con el objetivo férreo de superar al rival de toda la vida, pero sobre todo con la intención de demostrarle a sus propios entrenadores que están para jugar de titulares en equipos que tendrán triple competencia con la Libertadores, el campeonato local y la Copa Argentina a la vista. Al minuto y medio de juego, Carlos Tevez superó a Balanta, que pretendió anticiparlo, y se animó a probar desde lejos a Barovero. La misma fórmula usó el uruguayo Rodrigo Mora para responder a la brevedad, en un trámite que se hacía de ida y vuelta en el comienzo del partido. Carlitos, el jugador diferente al que el propio presidente Daniel Angelici postuló como capitán del equipo, lo tuvo desde más cerca a los 12, pero definió mal.

Los desajustes defensivos de River parecieron potenciarse ante la sana idea de salir jugando desde el fondo. Barovero, de los mejores atajadores del país, no demostró la misma fortaleza en el juego con los pies. Mucho menos cuando Balanta lo buscaba en condiciones desfavorables. Así, era el propio Ponzio, devenido en primer marcador central, el que debía apaciguar las cosas en la última línea. En el mediocampo, Domingo parecía perdido, Lucho González no aportaba claridad, Mora y Pisculichi sumaban poco en la creación e Ignacio Fernández no demostraba sus pinceladas características. Esto llevaba a Alario a retroceder y así el equipo perdía peso ofensivo. La monotonía y la disputa en la zona de volantes, en la que mayormente se imponía Boca, se rompió con una volea de Mora, mucho más incisivo en los últimos metros que en su nueva función, pegado a la línea derecha. Alario, nuevamente como asistidor, buscó en el último minuto de la primera parte a Nacho Fernández con un centro milimétrico, pero el cabezazo del ex jugador de Gimnasia se estrelló contra el palo izquierdo de Orion.

El complemento arrancó como había empezado el partido: con una volada de Barovero para clausurar su arco. Esta vez ante un zurdazo esquinado del uruguayo Lodeiro. En busca de más dinámica, Gallardo movió el banco e hizo entrar al polifuncional Mayada, para frenar las escaladas de Peruzzi; a Driussi, que venía de marcarle un doblete a San Lorenzo, y luego a Gonzalo Martínez, para que aporte la frescura que no tuvo Pisculichi. Para ese entonces, Fernández ya había comenzado a hacer de las suyas y eso provocó una levantada general del último campeón de la Libertadores.

En contrapartida, Boca esperaba bien plantado e intentaba presionar en el medio, en busca de algún error que favoreciera un contraataque rápido con los defensores millonarios adelantados. Pero la falla la tuvo Palacios, quien mostró su falta de oficio en la marca cometiéndole un penal absurdo a Pity Martínez. La responsabilidad la asumió Mora, acostumbrado a amargar a Boca en el verano, y con un sablazo al medio del arco consiguió el tanto que definió al campeón del certamen. “El primer tiempo no encontramos el juego que queríamos, pero en el segundo tiempo agarramos la pelota y estuvimos más ordenados”, dijo Ponzio, clave también en su nueva función.