DEPORTES › OPINIóN
› Por Adrián De Benedictis
El cambio que decidió hacer la directiva de Boca en la conducción del plantel no tuvo hasta el momento carácter transitivo en el terreno de juego. El equipo cumplió dos presentaciones bajo el mando de Guillermo Barros Schelotto y se mantiene con la misma intrascendencia que ofrecía en el ciclo anterior. En el debut frente a Racing, intentó tener el protagonismo y por algunos instantes lo consiguió. En el Superclásico ante River, no lo logró en ningún momento y estuvo al borde de la derrota en más de una ocasión. La idea futbolística que implementó Barros Schelotto en Lanús está muy lejos aún de que aparezca en Boca.
Para colmo, el ex delantero anunció que la situación será así hasta mitad de año, derrumbando las expectativas de poder agregarle algo de calidad al juego en el corto tiempo. Algo similar deslizó ayer Marcelo Gallardo, refiriéndose al presente de River. Si bien su conjunto dio algo más que su máximo rival en el estadio Monumental, todavía está a kilómetros de distancia de lo que fue en el segundo semestre de 2014. En ese período, parecía haber “revolucionado” el fútbol argentino, con un estilo innovador y efectivo que le permitió ganar la Copa Sudamericana.
“Todo lo que hagamos ahora parece una cagada”, dijo Gallardo en declaraciones radiales, analizando el nivel de su equipo. Lamentablemente, se viven días donde la carencia de inventiva está ganando la escena y la resignación a esperar un espectáculo mediocre es el común desde hace tiempo. Por ese motivo, lo que hizo River en aquella parte de 2014 fue un reencuentro con lo que supo ser la identidad de este lado del mundo, y que le terminó dejando el lugar a un juego rústico y poco atractivo.
Lo que sucedió en el Superclásico fue la síntesis de todo eso: roces, infracciones, peleas, tumulto, y cada vez que aparecía alguna acción elegante resultaba un hecho asombroso.
Como lo explicó Diego Bonadeo en su columna publicada ayer en esta sección, Central, sin derrochar ningún tipo de brillantez, se vislumbra como el que intenta modificar tanta medianía. Apenas eso.
Si los más poderosos, como Boca y River, con los mejores presupuestos que les permiten tener a las mejores individualidades, sólo entregan lo que entregan, es más difícil exigirles a otros que, con menos capacidades, practiquen algo mejor. Si hasta el propio Carlos Tevez se contagió de tanta pobreza futbolística y por estos días, desgraciadamente, se ha convertido en un jugador más.
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