Por Diego Bonadeo

Página/12 entregaba ayer una estadística lapidaria. Durante 2003, treinta y nueve entrenadores pasaron por los veinte equipos de primera división, e inclusive hubo algunos que en el mismo lapso tuvieron a su cargo tres planteles.
Pero vayamos por partes, o por mejor decir y escribir, de a poco. Con el Apertura 2003 ya definido para Boca, pero con partidos pendientes, prácticamente todo lo vinculado con el fútbol-juego quedó circunscripto a las definiciones de la Copa Intercontinental y de la Sudamericana. No hubo secuelas lúdicas para el análisis o para el comentario del torneo local. O, casi no las hubo, salvo las obviedades de circunstancias. Solamente las habituales chicanas a los rivales clásicos, estrictamente vinculadas con los resultados. O, para mayor precisión y minuciosidad, a algunos resultados.
Es que no por nada muchos de los habituales consumidores de fútbol local, tanto en la cancha como por tele, más de una vez buscamos alternativas –claro, solamente por tele– en partidos de Europa e inclusive en otros deportes, aprovechando la simultaneidad del principio de definición del Apertura –en los puntos, ya que en el juego no había demasiado a esperar– con los partidos decisivos del Mundial de Rugby, el Masters de tenis o el hóckey femenino. Eran más convocantes la posibilidad de una genialidad de Tierry Henry jugando por Arsenal o una gambeta de Luciana Aymar en el seleccionado de hóckey, que algún centro a la cabeza de alguien, ordinaria receta ofensiva, habitual del fútbol vernáculo.
Sin embargo, y volviendo a la referencia original de los treinta y nueve técnicos para veinte equipos –algo así como los setenta balcones para ninguna flor de Baldomero Fernández Moreno–, ya mucho antes del bimestre noviembre-diciembre el buitrerío sobrevolaba con vocación de rapiña, sobre casi todos los entrenadores. En parte porque todo cambio –como si algo realmente cambiara– es noticia, y en parte porque a ver si en el revoleo colocamos a algún técnico “del palo”.