Sábado, 28 de mayo de 2016 | Hoy
DEPORTES › ATLéTICO DE MADRID Y REAL MADRID JUEGAN ESTA TARDE LA FINAL DE LA CHAMPIONS
El equipo de Diego Simeone –que contará con cuatro argentinos– buscará en el estadio San Siro, de Milán, frente a los dirigidos por Zinedine Zidane, tomarse revancha de la final perdida en el tiempo complementario hace dos años en Lisboa.
Separados por una legendaria rivalidad centenaria que afecta tanto a sus estilos como a la forma de sentir sus colores, Real Madrid y Atlético llevaron un paso más allá su antagonía con la radical diferencia en la preparación de la final de la Liga de Campeones que disputarán hoy, desde las 15.45 en Milán.
Mientras el Atlético lo cambió todo, el Real Madrid utilizó la máxima de “no variar lo que ya funciona” y no se salió de la rutina, más allá de la intensificación del trabajo durante las dos semanas que tuvo para preparar el encuentro de Milán. Se podría entender como el reflejo de las ansias de victoria de unos, los rojiblancos, y la confianza en la costumbre de ganar finales que tiene su rival.
El técnico del Atlético, Diego Simeone, llevó hasta el extremo sus conocidas supersticiones y no quiso repetir nada –hasta donde le dejaron– respecto a lo realizado hace dos años en la final de Lisboa que perdió 4-1 ante los blancos, incluyendo un gol salvador de Sergio Ramos para el Real Madrid en el tiempo de descuento.
Así, el Atlético –que tendrá como titulares a Augusto Fernández y entre los suplentes contará con Matías Kranevitter, Angel Correa y Luciano Vietto– no realizó un solo entrenamiento en Los Angeles de San Rafael, en Segovia, el lugar donde preparó la final de Lisboa. Hasta eligió opciones “exóticas” como un spa en la localidad de Pozuelo, zona exclusiva del noroeste de Madrid, para cambiar las rutinas de sus jugadores. También se estuvieron entrenando en los campos de la Federación Española de Fútbol, por ejemplo.
Simeone blindó al equipo de la curiosidad de prensa e hinchas, convirtiendo la preparación en un asunto que casi podría compararse con un secreto de Estado. Además, el técnico argentino cambió el plan de viaje y en lugar de llegar a Milán dos días antes de la final, como en Lisboa, prefirió viajar ayer. Y dio un paso más al dar la rueda de prensa al mediodía, cuando hace dos años habló por la tarde.
Simeone no pudo llevar su superstición más lejos que con el asunto del uniforme. Pidió a la UEFA no jugar con los tradicionales colores rojiblancos, con los que perdió hace dos años, y actuar con la camiseta azul, pero la confederación europea no lo permitió.
La primera pregunta que le hicieron ayer al argentino en la rueda de prensa previa fue relativa a sus supersticiones. Y el técnico se molestó. “Los que piensan eso subestiman nuestro trabajo opinando de esa manera. Buscamos lo mejor para cada situación. El que piensa eso subestima nuestra manera de trabajar”, manifestó con cierta brusquedad.
Lo único que no cambia en el Atlético es la costumbre de su director general, Miguel Ángel Gil, de no ver en directo los partidos de su equipo por la insana tensión que sufre su fino cuerpo con los partidos de su equipo. Tomará un vuelo de vuelta a Madrid mientras el Atlético juega la final y se enterará del resultado cuando llegue al aeropuerto.
Muy diferente fue la preparación del Real Madrid, nada revolucionaria y más que conservadora. Su técnico, Zinedine Zidane, apostó por la fuerza de la costumbre y mantuvo las rutinas conocidas de las sesiones de trabajo matinales y rueda de prensa y entrenamiento en el estadio de la final.
Los días previos fueron muy similares a los de hace dos años, con todo el plantel hablando para la prensa en el llamado “Media Day” y un plan de viaje parecido. Realmente, lo más diferente es la presencia de Zinedine Zidane, su técnico. Pero hasta en eso se encuentra algo similar a la rutina, pues el francés también vivió la final de Lisboa. Fue como ayudante del entonces entrenador blanco, Carlo Ancelotti. “Tengo mucha suerte de estar aquí, viviendo estos momentos. Trabajamos tranquilos y ya está”, afirmó esta semana con su serenidad habitual.
Sólo el resultado de la final dirá si la revolución supersticiosa de Simeone fue el acto de un genio o una extravagancia baldía. O si Zidane convirtió su sosiego conservador en una virtud visible.
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