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Por P. V.

La teoría moderna del caos, esa que asegura que cuando una mariposa aletea en el Pacífico Sur hay tormenta en Nueva York, ha tenido una inesperada comprobación en el ámbito del fútbol. Ayer se conoció la historia curiosa de cómo un gol convertido por un futbolista argentino, Javier Zanetti, en el Mundial de 1998, salvó la vida de un inspector de policía en una pequeña ciudad de Polonia, a mil kilómetros del estadio de Saint-Etienne, donde el volante marcara el tanto. El inspector polaco Marek Kopacz envió una carta de agradecimiento al volante argentino del Inter, agradeciéndole por ese gol que, de una extraña manera, frustró un intento de asesinato en su contra.
El 30 de junio de 1998, el mundo del fútbol esperaba con ansiedad el choque más esperado de aquel Mundial de Francia, el que apuraban en el estadio Geoffry Guichard de Saint Etienne la Argentina que dirigía Daniel Passarella y la Inglaterra de Glen Hoddle. Alrededor del planeta la tensión y la expectativa convocaban a los fanáticos frente a los aparatos de TV, y el fiscal Kopacz fue uno de ellos, en su casa de Polonia.
El partido es recuerdo. Según la cobertura de Página/12, “no fue bien jugado pero hubo un dramatismo, una vibración en el campo y en el ambiente que hizo un ida y vuelta entre césped y tribuna”. Ese dramatismo mantuvo atrapados a espectadores como Kopacz, que por 90 minutos pensaba olvidarse de la investigación que llevaba adelante sobre una banda dedicada al chantaje y la extorsión.
Batistuta abrió muy pronto el marcador al convertir un penal “fabricado” por Simeone, pero Shearer empató muy pronto, de la misma manera, después de que Owen engañara a Ayala, y fue el mismo delantero del Liverpool el que armó una jugada espectacular desde el mediocampo para terminar fusilando a Roa. Iba apenas un cuarto de hora...
La Argentina precisó todo lo que restaba del primer tiempo para igualar, pero lo hizo de una manera poco acostumbrada. Así se contó en este diario: “Estaban preparándose para pegarle a la pelota, a unos cinco metros del área, Batistuta, y tenía a su derecha a Verón y a la izquierda a Simeone. Passarella se sale del corralito de los entrenadores gritando desesperadamente que no, que hagan eso que habían estado practicando en los entrenamientos. Entonces pasa por arriba de la pelota Batistuta y Verón amenaza el tiro, pero la pone precisa en el área para Zanetti, que estaba parado detrás de la barrera y sigilosamente se ubica para recibir y clavar el zurdazo”.
El empate, que no pudo destrabarse en el complemento, obligó a definir el pase a los cuartos de final mediante una serie de penales. Y eso le salvó la vida al inspector polaco. La banda que perseguía le había destrozado a hachazos el techo de su automóvil, así que el policía se había acostumbrado a guardarlo en un estacionamiento cercano.
“Todos los días solía bajar con el perro a las 22 y después llevaba el automóvil al estacionamiento de la policía”, relató Kopacz. Los delincuentes pusieron un explosivo debajo del coche para que explotara a esa hora. Pero no tuvieron en cuenta el alargue del Argentina-Inglaterra, al que obligaba el gol de pizarrón de Zanetti.“Cuando terminó el partido, antes de los penales, oímos un tremendo estruendo, me asomé a la ventana y ví que ardía el auto”.
Zanetti se enteró de su involuntaria contribución gracias a otro futbolista, el polaco Zbigniew Boniek, estrella de la Selección de Polonia en el Mundial de 1982 y que jugara muchos años en el Juventus. A través de Boniek, el inspector le envió una carta de agradecimiento al volante argentino, que trasciende recién ahora.
“Es increíble que mi gol salvase la vida de una persona –dijo ayer Zanetti–, pero la verdad es que yo siempre juego para ganar y eso fue lo que hice en aquel partido contra Inglaterra. Me gustaría mucho conocer a quien cree que vive gracias a mí.”