DEPORTES
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Comentarista de luxe
› Por Diego Bonadeo
No contesto pelotudeces..., yo hablo de futbol”, reflexionaba Pipo Gorosito acerca de la “gravísima” denuncia de Carlos Bilardo respecto de la cantidad de personas que ocupaban el banco de San Lorenzo el viernes por la noche en La Plata. Ya no era el “piquete de ojos” a Nobby Stiles en la final Estudiantes-Manchester de hace más de 35 años, ni los recordados alfileres, ni las cruentas provocaciones verbales a Agustín Cejas, Roberto Perfumo o Raúl Bernao en partidos por la Copa Libertadores de aquellos tiempos, ni siquiera el más reciente y obscenamente reivindicado vomitivo a Branco en el Mundial de Italia.
Es que, trampas y perversidades mediante, el fútbol podía jugarse –por lo menos formalmente– aunque a Stiles le hubieran hecho perder sus lentes de contacto, aunque los adversarios hayan tenido que soportar insultos, perversidades o pinchazos, aunque Branco se haya descompuesto.
Pero si el picapiedras del picado del barrio se la lleva o la esconde porque es el dueño de la pelota, ungido como tal, en el caso del picado es porque es el que la pudo comprar; y en el caso del viernes es porque su condición de socio-empleado de la corporación Asociación del Futbol Argentino-Torneos y Competencias le da patente de corso y “bill de impunidad”, no hay juego, no hay fútbol.
Y el picapiedras que escondió la pelota el viernes será esta noche, en la transmisión oficial del régimen del partido Argentina-Ecuador, el supuesto analista del fútbol, el juego que peor juega y que menos le gusta.