DEPORTES
› OPINION
La muerte no es bizarra
› Por Diego Bonadeo
La perversa banalización de la vida –de la vida del otro, por supuesto–, naturalizada en algunos medios de comunicación, viene llegando al fútbol, desde los mensajes apocalípticos del tipo “matar o morir” con que se pretenden enfatizar, por ejemplo, los minutos finales de un partido con marcador abierto y chances posibles para cualquiera de quienes están jugando.
Tras el ajetreado alejamiento de Carlos Bianchi de la dirección técnica de Boca, que al lugar que en su lugar ocupará Miguel Brindisi se lo rebautice “silla eléctrica” es mucho más una torpeza que una bizarría o un hallazgo periodístico (aunque una vez más debe dejarse constancia que tanto uno, Bianchi, como otro, Brindisi, han sido durante muchas temporadas de lo mejor que ha dado el fútbol argentino, pero hace años que no juegan más).
Mientras tanto, y con la iniciación de la Copa América, al grupo que integran Argentina, Ecuador, México y Uruguay se lo apodó “de la muerte”, en una nueva –y a la vez vieja– tropelía idiomática, que refiere con espíritu obituario a las estadísticas de campeonatos continentales ganados por argentinos y uruguayos.
Aparte de lo grotesco de emparentar la muerte con la posibilidad de una eliminación deportiva, la miopía en el análisis impide ver lo evidente. La necrofilia apocalíptica parece dejar de lado lo que se “anticipó”, respecto de lo que luego sucedió en la reciente Eurocopa, con Grecia y Portugal en la definición y con Alemania, España, Francia, Inglaterra e Italia, eliminados a demasiado poco de comenzar. Siguen mezclando los himnos nacionales con la pelota y un asesinato de gatillo fácil con un gol de rabona.