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› NALBANDIAN BARRIO A HEWITT EN EL PATIO DE SU CASA
Sacó de paseo al chico malo
Con la victoria del cordobés, Argentina le ganó la serie a Australia sobre césped y se clasificó para la semifinal de la Copa Davis.
La derecha de Lleyton Hewitt se estrelló en la red. Entonces, David Nalbandian alzó el puño, se arrodilló y dio el grito de guerra. Luego se abrazó con Alberto Mancini y con el resto de sus compañeros. Y allí se desató un festejo loco, con vuelta olímpica y bandera celeste y blanca incluida, ante el aplauso de los 8000 mil australianos y los cantitos de los 200 argentinos. Es que, con una actuación inolvidable, Nalbandian completó un fin de semana de ensueño para darle la clasificación a Argentina para la semifinal de la Copa Davis, en una de las mejores victorias de la historia de este certamen. El cordobés se impuso con una facilidad asombrosa 6-2, 6-4, 6-4 a Hewitt en el césped de Sydney y logró el decisivo tercer punto para que el equipo capitaneado por Alberto Mancini dejara en el camino a Australia, el país con más tradición en la competencia. Nalbandian estuvo en los tres puntos argentinos, ya que venció sus dos singles y participó en el triunfo del dobles. Ahora, el rival en la semifinal será el vencedor de la serie que Eslovaquia le gana 2-1 a Holanda.
“Esto es grandioso, lo que estamos viviendo es increíble”, fue lo primero que dijo Nalbandian no bien se consumó la victoria. “Empezamos a creer con el triunfo en el dobles. Jugamos muy bien ayer. Y con el 2-1 a favor salí a la cancha sin presiones y jugué como nunca. Es sorprendente”, aseguró el héroe del triunfo argentino. A su lado, Mancini también exhibía su emoción: “Le tenía una fe ciega. David estaba convencido de que iba a ganar”. Y el capitán no se equivocaba. Con la determinación que mostró en el court, el cordobés no podía perder.
Nalbandian arrancó concentradísimo, aprovechando su excelente devolución y cierto nerviosismo de su rival. Sin cometer errores y con profundidad en los golpes, el argentino se hizo fuerte para mantener su servicio. Y a partir del tercer game comenzó a presionar sobre el saque de su adversario. Con esa fórmula, y a partir de la imprecisión de Hewitt desde el fondo y con su segundo saque, el argentino logró dos quiebres consecutivos que condicionaron el resto del set. A esa altura, el australiano ya había cometido cuatro dobles faltas y sólo había conseguido dos de doce puntos con ese segundo servicio. Demasiadas ventajas para lo lúcido que aparecía el cordobés, que cerró el parcial sin inconvenientes.
Nada cambió en el arranque del segundo. La solidez de Nalbandian y los errores del australiano protagonizaban el choque. Y como si se tratara de un calco del set anterior, dos quiebres seguidos volvieron a dejar al argentino en una posición de privilegio. Incluso se dio el lujo de perder su propio saque en el game siguiente, pero igualmente cerró el set con muchísima solvencia. Es cierto que a esa altura el rendimiento de Hewitt había subido y ya no estaba tan errático como al principio. Pero lo concreto es que el cordobés seguía en un altísimo nivel, lo que le permitió sacar una ventaja muy interesante.
Era claro, Hewitt no se iba a quedar con esa imagen pobre y abatida. Comenzó a forzar, se metió en el partido en base a gritos y festejos, y aprovechó un pequeño bajón del argentino para intentar la remontada. Sin embargo, Nalbandian jugó bárbaro los puntos importantes y levantó dos puntos de quiebre en el arranque del tercer set. Y además, en el siguiente no desaprovechó su chance y logró un break clave para cambiar el desarrollo. A partir de allí mantuvo su saque y, pese a desaprovechar dos match points en el noveno game, la victoria nunca corrió peligro. Entonces llegó el tiempo del festejo y la dedicatoria con cantitos para Hewitt, el gran derrotado del fin de semana.