En los consabidos papeles nunca tan favorito a quedarse con el título como en esta oportunidad, el Seleccionado Argentino iniciará en la madrugada de mañana su camino en Japón-Corea 2002. El equipo de Bielsa enfrentará a la imprevisible Nigeria en partido por el grupo F, llamado “de la muerte” desde un comienzo, aunque tras la caída del campeón Francia ante Senegal en la jornada inicial, parece difícil, por el contrario, encontrar un grupo “de la vida”: cualquier lugar es bueno para morir. Y más si uno se cruza con los ascendentes africanos. El tercer choque histórico con los nigerianos –tras los memorables partidos del Mundial 94 y de las Olimpíadas 96: una victoria con despedida de Diego; una derrota en la final con el oro escurriéndose entre los dedos– se desarrollará en el estadio Kashima de la ciudad japonesa de Ibaraki, comenzará a las 2.30 de la Argentina –14.30 en Japón– y será controlado por el francés Gilles Veissière.
Sólido ganador de la eliminatoria sudamericana y versátil formación que no sabe de derrotas desde julio de 2000 (frente a Brasil en San Pablo por las Eliminatorias), el favoritismo argentino se sustenta en la innegable capacidad colectiva e individual de sus integrantes más, como dice el técnico Marcelo Bielsa, “el plus de competir internacionalmente en las principales Ligas del mundo”. Sin embargo, la presunción de estar en lo más alto será necesario refrendarla en la cancha.
La calificación de “imprevisible” aplicado a las águilas nigerianas está dada, ciertamente, por la irregularidad y la proliferación de cuestiones extrafutbolísticas que suelen entorpecer o al menos matizar las actuaciones y el rendimiento del equipo orientado por Agdeboye Onigbinde.
En las últimas ediciones de la Copa del Mundo los verdes africanos demostraron no tener dificultades en conseguir el acceso a este tipo de competencias, aunque ya en las fases finales insinúan más de lo que concretan. Ya sea por los actos de “insurrección” (estuvieron a punto de no jugar la Copa Africana de Naciones a principios de año, por no haber arreglado a tiempo el tema de los premios) o indisciplina, o bien, por la falta de concentración que demuestran en los encuentros claves, a Nigeria casi siempre da la sensación de que le falta algo para concretar lo que insinúa. Menos en la final de los Juegos Olímpicos de Atlanta ‘96, cuando el equipo dirigido por Jo Bonfrere derrotó por 3–2 a la Argentina conducida por Passarella, en aquella recordada jornada en la que Néstor Sensini quedó enganchado pidiendo el fuera de juego y Amunike sentenció el pleito, a un minuto del cierre.
Para el choque del domingo, en el campamento argentino reina -aparentemente– una solitaria y sobredimensionada incógnita, a falta de encontrar otras cuestiones merecedoras de discusión, como las ya lejanas lonas verdes de L’Etrat (Francia ‘98) o las gorritas con publicidad del Babson College de Boston (Estados Unidos ‘94): la cuestión planteada es quién será el “centroatacante” según el particular léxico enarbolado por Marcelo Bielsa. La mayoría coincide en que jugará Batistuta y no Crespo, aunque recién mañana, acaso minutos antes del inicio del encuentro, podrá saberse la verdad. En cuanto al arquero, será Cavallero y no Burgos, por ahora... Simeone será el volante central pese a las prácticas con Almeyda en esa posición, y el Piojo López será el extremo por izquierda, en lugar del Kily González, un histórico ocasionalmente postergado.
Por el lado de los africanos, las dudas de Onigbinde residen ahora en determinar el grado de la lesión experimentada por el delantero JuliusAghahowa. Es que la figura de las águilas sufrió ayer un fuerte golpe en el pie derecho en el entrenamiento vespertino y debió ser trasladado en ambulancia a un centro asistencial de Narita. Pese a la rudeza del golpe, el entrenador nigeriano confía en poder utilizar a Aghahowa: “Fue un golpe fuerte, pero no es tan grave”, dijo el técnico, más como una formulación de deseo que de convicción.