DEPORTES › ARGENTINA DEBUTA EN EL MUNDIAL DISPUESTA A OLVIDAR VIEJOS TRAUMAS
Pasaron cuatro años de aquella increíble eliminación en Japón. La nueva Selección se presenta contra Costa de Marfil con la ilusión de escribir una historia distinta.
› Por Ariel Greco
Desde Munich
Se acabó la espera. Es tiempo de revancha. Desde aquel fatídico tiro libre de Svensson en Miyagi que Cavallero no pudo desviar; desde aquella tarde aciaga en la que “el ‘culiao’ de Batistuta” (Piojo López dixit) no acertó con el arco de frente; desde aquella inolvidable imagen de un serenísimo Verón pidiéndole calma a un desesperado Bielsa que veía cómo se le hundía el “Titanic”; desde aquella grotesca expulsión de Caniggia estando en el banco de suplentes; desde aquellas lágrimas de un plantel que viajó a Japón con la convicción de que iba a ser campeón del mundo y se volvió en primera ronda... pasaron cuatro años. Y desde todos aquellos recuerdos tristes e imborrables que se está esperando por la nueva historia que hoy se comenzará a vivir cuando la Teamgeist empiece a rodar sobre el césped del remodelado estadio de Hamburgo.
Mucho sucedió en esos cuatro años. Duhalde era presidente, pero su gestión ya tenía certificado de defunción desde los asesinatos de Kosteki y Santillán; Lavagna era ministro de Economía, pero no parecía tener ambiciones políticas; Reutemann era el peronista presidenciable, pero vio algo que nunca dijo y se bajó de la candidatura; Kirchner era gobernador de Santa Cruz, pero mostraba excelentes relaciones con Duhalde; Bielsa era entrenador de la Selección, pero tras la conquista de los Juegos Olímpicos la falta de energía lo alejó de su cargo; Pekerman ya no era coordinador de la Selección, pero encaraba entusiasmado el proyecto Leganés junto a Daniel Grinbank; Palacio era un adolescente que jugaba en Bella Vista de la liga de Bahía Blanca, pero que soñaba con llegar a jugar en la B Nacional; Messi era un chaval argentino que la rompía con los alevines del Barcelona, pero sus problemas de crecimiento lo obligaban a someterse a un costosísimo tratamiento con hormonas y ponían en riesgo su futuro como jugador. Mire si han sucedido acontecimientos en esos cuatro años...
Ya todo es parte del pasado. La nueva ilusión de la Selección Argentina arranca en la noche alemana ante Costa de Marfil, el subcampeón de Africa. Un equipo con mucha fortaleza física, algo ingenuo en el fondo y con un delantero temible como Didier Drogba. Pero lo importante sería que la Argentina pueda imponer las condiciones técnicas de sus futbolistas, que pueda desarrollar el estilo de toque y pausa que pretende José Pekerman desde que le dio la conducción al equipo a Riquelme, que pueda lograr que la defensa obtenga la consolidación necesaria y que pueda conseguir que los delanteros corroboren en la cancha todo lo que supone de ellos. “Vamos a hacer un gran Mundial. Por eso tenemos que iniciar con éxito e ir creciendo en el campeonato, para poder olvidarnos de cosas que nos dolieron mucho”, destacó ayer el entrenador cuando confirmó el equipo que se especulaba en el último contacto con la prensa antes del debut.
“Ya no hay lugar para especulaciones y pruebas. Sabemos lo que se siente en Argentina por el fútbol y somos los representantes de eso. Vamos a hacer todo lo que tengamos de nosotros para darle esa felicidad a la gente”, remarcó Pekerman. Por eso, es el tiempo del examen; el tiempo de que Abbondanzieri exhiba las garantías que brinda en Boca; el tiempo de que Burdisso demuestre que puede desempeñarse como lateral derecho; el tiempo de que Ayala se convenza de que debe ser el caudillo del equipo; el tiempo de que Heinze compruebe que está intacto tras la lesión ligamentaria; el tiempo de que Sorin le agregue un poco de orden a su infatigable sacrificio; el tiempo de que Maxi Rodríguez ratifique el excelente fin de temporada que tuvo; el tiempo de que Mascherano se convierta en el patrón de la mitad de la cancha; el tiempo de que Cambiasso quite, ordene, mande y juegue; el tiempo de que Riquelme olvide las lagunas y se transforme en el dueño del equipo; el tiempo de que Saviola recupere definitivamente la explosión que tenía en River y en los primeros años en Barcelona; el tiempo de que Crespo se olvide de la sombra de Batistuta; el tiempo de que Tevez imponga toda su potencia y su desequilibrio; el tiempo de que Messi le muestre al mundo que es el crack de los próximos diez años; el tiempo de que los suplentes aporten cuando les toque el ingresar; el tiempo de que Pekerman destierre para siempre aquel mote que le endilgaron de que se trata un entrenador de juveniles que no puede dirigir estrellas. El tiempo de que la Selección Argentina ratifique su condición de potencia mundial y se ilusione con levantar la Copa el 9 de julio en el Estadio Olímpico de Berlín. En definitiva, el tiempo de revancha.
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