DEPORTES › BALANCE TRAS EL CIERRE DE LOS JUEGOS
Los Juegos de Beijing, dentro de un año, prometen pocas sonrisas para el deporte argentino. Poco para rescatar, mucho para mejorar.
La participación de los atletas argentinos en los Juegos Panamericanos debe dejar una lectura más profunda que los fríos números de las once medallas doradas o el séptimo puesto general. Por más que cada medalla tiene un valor idéntico para las estadísticas, cada podio no pesa lo mismo y no se debe pasar por alto a la hora del análisis. En ese contexto, Río de Janeiro dejó muy pocas figuras como para proyectar hacia los Juegos Olímpicos de Beijing.
Resulta paradójico que la última medalla de los Juegos, que sirvió para que Argentina superara a Venezuela y evitara la peor ubicación histórica, llegara de la mano del tenis, un deporte de los más ajenos a lo que significa el olimpismo. Y en un certamen que no contó con jugadores ni de tercer orden a nivel continental. Una muestra clara de que las medallas no necesariamente marcan crecimiento. Por caso, el tenis, entre varones y mujeres, aportó cuatro medallas, dos de ellas doradas. Además, dos medallas llegaron en disciplinas que no son olímpicas, como el patinaje artístico (Leila Vanzulli) y el karate (Francisco Nievas).
Entre las figuras de la delegación, la enumeración incluiría al remero Santiago Fernández, a Luciana Aymar –como símbolo de Las Leonas–, al chino nacionalizado Liu Song, al judoca Miguel Albarracín y también la vigencia de la dupla Juan Curuchet-Walter Pérez en la prueba Madison. En cuanto a los equipos, el remo mostró un progreso evidente respecto de Santo Domingo, con siete medallas, dos de ellas de oro. También ratificó su calidad la selección de yachting, con casi todas sus embarcaciones peleando por el podio, con cuatro medallas incluidas. Sin embargo, otros deportes dejaron en claro su retroceso, como el boxeo, la natación o la gimnasia.
Es por eso que las sombras pesan mucho más que las luces. El boxeo, una de las disciplinas que más aportó tanto a nivel panamericano como olímpico, volvió a defraudar, con sólo dos medallas de bronce (Luis Rueda y Diego Chaves). Para sostener a deportistas amateurs frente a la tentación del profesionalismo hace falta un dinero que escasea. Tanto como los resultados.
En natación, las dos cabezas visibles del equipo, José Meolans y Georgina Bardach, no repitieron sus antecedentes, aunque hay que marcar una salvedad. El cordobés estuvo muy cerca de sus marcas históricas, pese a terminar segundo en 100 libres y quinto en 50 libres. Sin embargo, el nivel de sus competidores fue muy alto, tanto que el brasileño César Cielo hubiese marcado un record olímpico. En cambio, la medallista en Atenas 2004 estuvo por muy por debajo de sus registros, por lo que el podio que logró en los 400 medley tuvo sabor a poco. El resto del equipo sigue muy lejos del primer nivel, con la llegada a una final panamericana como objetivo de máxima.
Hasta en un mismo deporte, las valoraciones de las medallas son diferentes. Germán Chiaraviglio y Jennifer Dahlgren lograron sendas medallas de bronce, pero dejaron sensaciones muy distintas, que los propios atletas remarcaron. Para el saltador santafesino, su tercer lugar en su primera aparición panamericana entre los mayores significó su continuidad en el podio en cada competencia internacional en que participó, más allá de la irregularidad de su prueba por la lluvia. Para la lanzadora radicada en Estados Unidos, su tercer lugar sólo sirvió por la medalla, ya que estuvo muy lejos de sus marcas y hasta aseguró que subió al podio porque “las otras lanzaron peor que yo”.
Los deportes de conjunto, salvo Las Leonas, también sumaron frustraciones. Los varones del hockey se quedaron con la plateada, pero perdieron el pasaje a Beijing, el objetivo que fueron a buscar. Lo mismo sucedió con el handball, tras caer en una final escandalosa con Brasil. Las chicas lograron la medalla de bronce, con lo que cumplieron el objetivo de mínima de repetir el podio de Santo Domingo. El básquetbol, con un equipo más que alternativo, se quedó en la puerta del podio con la sensación de que con un poco más de hambre hubiese llegado a la final. Pero está claro que el certamen importaba poco. Y las mujeres, también con ausencias, no pudieron consolidar el avance que habían mostrado en el Mundial. Tampoco fue positivo lo de la selección de vóleibol, que sigue en un profundo pozo, muy lejos del nivel que supo tener. Lo del fútbol directamente no merece análisis, al ir con un equipo suplente sub-17, casi una manera elegante de boicotear la competencia.
Más allá de las cinco medallas menos que en Santo Domingo, de la repetición del séptimo lugar, la actuación argentina obliga a un replanteo, para evitar actuaciones que, en algunos casos, rozan el papelón.
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