DEPORTES
› LA HISTORIA TRUNCA DEL ESTADIO UNICO DE LA PLATA
Otro monumento a la corrupción
Mientras Estudiantes pelea en la Corte bonaerense por la remodelación de su estadio de 1 y 57, el megaproyecto apoyado por Duhalde lleva perdidos 55 millones de pesos y se precisarían otros 42 millones para terminarlo.
› Por Gustavo Veiga
El sueño del techo propio traía incluido un estadio. Cuando Eduardo Duhalde gobernaba la provincia de Buenos Aires, acaso no imaginó que su peregrina y costosa idea hoy estaría arrumbada en el astillero Río Santiago de La Plata, sometida a la degradación que provoca el paso del tiempo y transformada, por obra y gracia de la sinrazón, en un agujero negro de 23.547.218,31 pesos. La cancha que se proyectó en abril de 1993 para que fuera utilizada por Estudiantes y Gimnasia y que jamás terminó de levantarse en La Plata le significó a un estado al borde de la bancarrota 55.386.077,08 pesos, entre obras y pago de distintos gravámenes. La cubierta de ese escenario, una especie de membrana de fibra de vidrio con un recubrimiento de teflón, se encuentra semiarmada en aquella zona portuaria mientras se tramita, hasta ahora sin éxito, una exención de tasas y derechos aduaneros. Si se terminara de construir, de una vez y para siempre, ese despropósito político, abonado entonces por el afán presidencialista de quien era gobernador, les costaría a los bonaerenses no menos de 100 millones de pesos. O sea, el equivalente a unos 666.666 planes para Jefes y Jefas de Hogar de magros 150 pesos cada uno o 333.333 salarios de 300 pesos.
La progresión de los gastos ha sido escalofriante. Cuando en noviembre de 1990 comenzó a analizarse en firme el proyecto del estadio único, se especuló con una inversión próxima a los tres millones de dólares, por la utilización de hormigón pretensado en la construcción. Casi dos años y medio después, el arquitecto Roberto Ferreira ganó el concurso para levantar el escenario ubicado en las calles 23 y 532, con un presupuesto de 15 millones. Corría el 26 de abril del ‘93, pero las primeras columnas del estadio se colocaron recién el 23 de febrero de 1998. Para entonces, ya había quedado atrás el costo de 25 millones por una cancha sin techo y para 32 mil personas. La cuenta ascendía a 60 millones porque, entre otros gastos suntuarios, a Duhalde se le había antojado la idea del techo.
Los pesos de la convertibilidad primero y de la devaluación después, que se desembolsaron hasta hoy en semejante adefesio urbanístico –sacados del erario provincial y de un porcentaje de lo recaudado por un bingo platense– suman 55.386.077,08. Surgen de lo que se pagó el bendito techo importado depositado en el astillero (19.460.511 pesos, sin contar los derechos de importación ni el IVA que ya se abonó), la construcción del anillo (10.215.000) y otros rubros menores como montaje (2.300.000), opcionales palcos (1.748.566,49), honorarios expertos (200.000) y tasas e impuestos por sumas millonarias.
Si bien hubo dinero percibido por el astillero Río Santiago que retornó a la provincia, ya que es un organismo bonaerense, se asumieron contrataciones por un total de 100.033.457,44 pesos. De la diferencia entre esta suma y lo efectivamente abonado, se desprende casi la totalidad del desembolso que haría falta para habilitar hoy el estadio. La inversión acumulada que sería requerida es de 42 millones de pesos, que se terminaría de pagar en 2008 con partidas presupuestarias y un crédito bancario de improbable otorgamiento.
Lo curioso es que la unidad ejecutora del proyecto se desmontó en febrero de este año y a la constructora que llevó adelante las obras, Sade Ecodyma, se le rescindió el contrato en el 2000, después de que la ex empresa del grupo Pérez Companc reclamara un resarcimiento económico mientras renegociaba su continuidad. Entre otras cosas, pedía que se le reconocieran ciertas pérdidas presuntamente ocasionadas por huelgas del personal que trabajaba en el obrador.
El 12 de julio último, Julio Alak, el intendente de La Plata, sugirió durante una conferencia de prensa lo aconsejable que resultaría la prosecución de las obras. Incluso, exhortó a la fundación Estadio Unico, creada en 1992 e integrada por representantes de Estudiantes y Gimnasia, a que se interesara nuevamente en el proyecto. En su exposición, el político justicialista fue más allá: “Sería interesante, hoy que los clubes estánpercibiendo 50 mil pesos por mes del Estado para el estadio ciudad de La Plata, que terminen las obras”. Asimismo, deslizó que el gobierno de Felipe Solá debería contener en su presupuesto de 2003 un dinero destinado a ese fin. Página/12 consultó a Francisco Da Giau, vocal titular de Estudiantes y ex concejal de la Alianza, respecto del dinero que su club estaría recibiendo de la intendencia: “Es falso lo que se dijo, tan sólo se pagan 40 mil pesos por año y no 600 mil, como informó Alak”.
El objetivo de máxima que perseguía el intendente era que el ministro de Economía de la Nación, Roberto Lavagna, incluyera la terminación del estadio en un plan de obras públicas destinado a generar empleo. Una alternativa que ni siquiera es analizada hoy en el gobierno que encabeza el mentor del proyecto, más preocupado en rendirle pleitesía al FMI y llegar como sea a las elecciones. Alak había incluido a la construcción de la cancha en el “Plan La Plata Crece” definido como “integral, ordenado y sistemático”. Al igual que el Teatro Argentino de la capital bonaerense, hasta ahora no pudo culminarse.
En la Ciudad de las Diagonales se comenta que el estado provincial sigue abonando los honorarios de los arquitectos y que éstos ascenderían a 35.000 pesos mensuales. El dato no resulta antojadizo si se toma en cuenta un antecedente: ya a mediados de 1997, se habrían gastado unos 12.000.000 en pagarles a los profesionales para reformar el proyecto original que no contemplaba el suntuoso techo de Duhalde. Artículos periodísticos de la época daban cuenta de ese tema.
Aquel estadio que en la maqueta semejaba la intersección de dos círculos que, acoplados, le daban al anillo la forma de un número ocho, fue declarado de “interés provincial” por el entonces gobernador. Mario Cafiero, quien ahora milita en la ARI y a principios de los ‘90 era el secretario general de la gobernación, sostenía que el objetivo era “realista y factible”. Su padre, Antonio, el antecesor de Duhalde en el cargo, había remitido a la legislatura bonaerense el proyecto de la ley 11.188 que terminó aprobado el 19 de diciembre de 1991 y convalidaba la obra hoy inconclusa. Hasta Julio Grondona, quien pecó de ingenuo, visitó la construcción a medio hacer el 5 de noviembre de 1999 con el propósito de evaluarla como escenario para el Mundial Sub-20, que ganó la Argentina el año pasado.
Rodeado de pastizales y con encofrados cuya madera se pudrió por la acción del agua, el estadio Unico de La Plata está como partido en dos. En 532 y 25 yace el esqueleto de la cancha. Y su techo, bajo custodia de la Aduana, descansa a un puñado de kilómetros de allí. Se trata de una postal tan argentina como ciertas miserias políticas. Esas que se tornaron una costumbre alimentada por los bolsillos de la gente.
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