p>El presidente de la AFA, Julio Grondona, y los dirigentes de los clubes argentinos aparecen desesperados ante los casos de Sebastián Nayar, Oscar Ahumada y Martín Bravo. Tanto, que convocaron para el martes a una reunión de urgencia para tratar el tema. La incompatibilidad entre las leyes de contratación que rigen en el mercado europeo (y que avala la FIFA) y la cláusula del 20 por ciento con que se maneja el ámbito local, sumada a las desfasadas cifras que se pagan aquí y allá, forman un cóctel explosivo que no cuenta con una solución a corto plazo, si es que se pretende continuar con el modelo argentino, con clubes que transfieren jugadores como principal sustento económico. Según un informe reciente de la consultora Deloitte, las ventas al exterior representan más de la mitad de los ingresos genuinos de los clubes argentinos.

Está claro que cada vez se van a vender menos futbolistas si los clubes del exterior pueden conseguirlos mucho más baratos con el simple recurso de ofrecerles contratos plurianuales diez veces superiores a los que les pueden brindar los clubes locales, sin necesidad de pagar un euro.

Pero lo que realmente llama la atención es que tome por sorpresa a los dirigentes argentinos. Desde que la Ley Bosman quedó institucionalizada en 1995 y se hizo frecuente con los futbolistas en Europa, resultaba obvio que, a la corta o la larga, también iba a cruzar el océano. Por lo tanto, lo que resulta llamativo es que el modelo argentino haya durado una década más y que recién ahora los representantes se hayan dado cuenta de este recurso que beneficiaba a sus apoderados.

Por eso, es inaceptable y suena grotesco que los dirigentes argentinos, con Grondona a la cabeza, que tanto trabajan en beneficio de los clubes, no se hayan percatado del problema y ahora sientan que se muere la gallina de los huevos de oro. Tuvieron diez años de gracia, pero recién el martes se van a reunir de urgencia para encontrar una solución.