DEPORTES • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
Mauricio Macri, al segundo año de iniciar su presidencia, en diciembre de 1995, sufrió un traspié político que nunca habría imaginado y que su sucesor, Pedro Pompilio, por ahora está muy lejos de recibir. Ocurrió el 1º de octubre de 1997. Ese día se llevó a cabo una asamblea de representantes de socios (como ahora, al lado de los vestuarios del plantel profesional) que rechazó el balance del período 1996-97 por 99 votos contra 85.
A diferencia del encuentro producido el miércoles pasado, aquella vez hubo violencia. Un socio opositor, Horacio Roggero, terminó agredido por una patota, que según su testimonio había actuado inducida por el vocal oficialista Edgardo Alifraco, que hoy ya no integra la comisión directiva. Unos días después, en una columna de opinión que publicó Clarín bajo el título “Los números no cierran”, Roberto Digón (por entonces vicepresidente y años después transformado en opositor), se preguntó: “¿Qué objetamos del balance que nos presentaron? Para ser concretos: hay cinco millones de pesos en gastos varios y tres y medio en comisiones a representantes que son injustificados. El Banco Central dice que la deuda de Boca es de once millones y en el balance se acusa una cifra menor a ocho. Una llamativa diferencia de más de tres millones. ¿Dónde está esa plata? En la auditoría no aparece...”
Un revés de ese tipo se convirtió en el primero para un presidente de Boca en cuatro décadas. A nadie le habían rechazado un balance antes que a Macri en tanto tiempo. Pompilio, en cambio, aprobó su primer examen serio de gestión, aunque no quedó a salvo de críticas parecidas a las que antes había recibido el actual jefe de Gobierno porteño.
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