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A pesar de los años
Por Andrés Perco *
Nunca supe por qué cuando uno se acerca a la cancha, camina más rápido, acelera sus palabras, crecen las palpitaciones. Hasta pareciera que falta el aire. Caminar rumbo a la guarida del Lobo para ver otra vez en acción al Narigón Carlos Bilardo en el banco de Estudiantes resultó increíble. Volver a respirar el aire de finales, de epopeyas vividas dos décadas atrás, pero en pleno 2003, nos aceleró el pulso, le dio vértigo a la vida de los pinchas.
El ritual previo fue distinto, incluyendo el escenario de la fiesta. La cancha repleta, los grandes, los chicos, los viejos, los nenes, las abuelas, las banderas, las narices de plástico de Bilardo, las gracias, los perdones... Y también las lágrimas de quienes lo vieron jugar, lo vimos dirigir y ganar títulos, de aquellos que nunca lo habían visto al frente de Estudiantes. Fue una mezcla de sensaciones muy intensas. Cuando pisó el césped, los 30 mil pinchas gritamos “gracias por tu gesto, Narigón”, y casi ni importaba el partido.
Detrás del arco de 118 lo seguimos mirando fijo a Bilardo. Sus movimientos, sus gritos, sus indicaciones, sus nervios, sus actitudes y expresiones idénticas a las de la multitud. Querer pegarle a la pelota sabiendo que está a 40 metros, querer saltar a cabecear un centro, maldecir una jugada mal terminada o disfrutar de un gol. Hizo todo lo que se hace en una tribuna. Pero con la sutil diferencia de que él es el más grande y ganó todo.
Farías pidó agua al banco y Bilardo lo mandó a correr. Carrusca estaba en el piso y le gritó para que se levantara, saliera solo de la cancha y no perdiera tiempo. Cuando Angeleri miraba al banco, el doctor le hacía señas para que se animara a avanzar por su lateral...
El segundo gol de Farías fue un gol de campeonato. Era el partido que había que ganar para que la fiesta fuera completa. El regreso estaba consumado; su fuerza motivadora está intacta.
A pesar de los años y a pesar de los nombres.
* Periodista deportivo, hincha de Estudiantes.
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